Ártículos Más Recientes

10:48 a.m.


Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.

10:48 a.m.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas.» La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico.

10:48 a.m.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".

10:48 a.m.
La Iglesia ofrece a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad, que es el camino del cristiano: nos hace encontrar a Jesucristo en los sacramentos, especialmente en la Confesión y en la Eucaristía; nos comunica la Palabra de Dios, nos hace vivir en la caridad, en el amor de Dios hacia todos. Preguntémonos entonces: ¿nos dejamos santificar? ¿Somos una Iglesia que llama y acoge con los brazos abiertos a los pecadores, que da valentía, esperanza, o somos una Iglesia cerrada en sí misma? ¿Somos una Iglesia en la que se vive el amor de Dios, en la que se presta atención al otro, en la que se reza los unos por los otros? Una última pregunta: ¿qué puedo hacer yo que me siento débil, frágil, pecador? Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios. Cada cristiano está llamado a la santidad (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 39-42); y la santidad no consiste ante todo en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia, es tener confianza en su acción lo que nos permite vivir en la caridad, hacer todo con alegría y humildad, para la gloria de Dios y en el servicio al prójimo. Hay una frase célebre del escritor francés Léon Bloy; en los últimos momentos de su vida decía: «Existe una sola tristeza en la vida, la de no ser santos».

11:26 p.m.

Del santo Evangelio según san Lucas 7,31-35

En aquel tiempo el Señor dijo:«¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado." «Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: "Demonio tiene." Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».


Oración introductoria


Espíritu Santo, te pido el don de la sabiduría para ver y comprender la realidad de mi vida, desde tu perspectiva. Eso me dará equilibrio a mis juicios y bondad para apreciar los sucesos de este día y, sobre todo, hará posible que te pueda reconocer en este momento de oración.


Petición


Señor, ayúdame a tener un encuentro personal decisivo contigo que cambie toda mi vida.


Meditación del Papa Francisco


Jesús compara la generación de su tiempo a esos niños siempre descontentos que no saben jugar con felicidad, que siempre rechazan la invitación de los otros: si tocan música, no bailan; si cantan un canto de lamento, no lloran... nada les va bien. Esa gente no estaba abierta a la Palabra de Dios. Su rechazo no es al mensaje, es al mensajero. Rechazaban a Juan Bautista, que no comía y no bebía pero decían que era un endemoniado, así como también rechazaban a Jesús, porque era de buen comer y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Tienen siempre un motivo para criticar al predicador.

Y ellos, la gente de aquel tiempo, preferían refugiarse en una religión más elaborada: en los preceptos morales, como el grupo de fariseos; en el compromiso político, como los saduceos; en la revolución social, como los celotes; en la espiritualidad gnóstica, como los esenios. Estaban con su sistema bien limpio, bien hecho. Pero el predicador no. (Cf. S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2013, homilía en Santa Marta) .


Reflexión


Es difícil librarse de la influencia del "qué dirán" A todos nos salpica la opinión de los otros. Todos queremos tener un lugar en el corazón del otro. Nos gusta ser estimados y nos duele cuando oímos algún comentario no favorable a nuestra persona. Es que se nos ha preparado más para vivir de la exterioridad que de la riqueza que lleva dentro de sí toda persona; por eso andamos como veletas al vaivén de la opinión de la gente. Sí, es difícil tener un criterio personal, ser dueño de sí y vivir felices.


El Evangelio es exigente y no admite componendas: hay valores que no son conmutables por ninguna opinión; quizá por ser fiel a ellos te toque sufrir la crítica mordaz de la gente, pero al final lo auténtico da su talla, porque la luz es más fuerte que las tinieblas.


Señor, Jesús, que viniste al mundo como luz, no permitas nos cieguen las tinieblas del mal, sino que iluminados por el resplandor de tu rostro seamos ante el mundo testigos de tu amor.


Propósito


Hacer una visita a Jesús en el Sagrario, reconociéndolo como Dios y Señor de mi vida.


Diálogo con Cristo


Señor, es triste confirmar la tendencia de justificar mis fallas buscando que la culpa recaiga en otros. Cuánto amor me falta cuando veo sólo los defectos de los demás en vez de sus cualidades. Qué insensatez perder la objetividad de los hechos al pretender engañar a los demás. Por eso reitero mi petición, por la intercesión de tu Madre Santísima, dame la sabiduría para optar siempre por la verdad.



Hermanos Franciscanos

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