Ártículos Más Recientes

10:43 a.m.


Hermanos: Nosotros llevamos un tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida. Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.

10:43 a.m.


Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenaba de risa y nuestra lengua de gritos de alegría. Entonces entre los paganos se decía: «¡Qué grandes cosas no ha hecho el Señor por ellos!» nuestra boca se llenaba de risa y nuestra lengua de gritos de alegría. Entonces entre los paganos se decía: «¡Qué grandes cosas no ha hecho el Señor por ellos!» nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! ¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas.

10:43 a.m.


La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

10:43 a.m.


“Cristo dio su vida por nosotros, y nosotros también debemos dar la vida por nuestros hermanos”(1 Jn 3,16). Jesús dijo a Pedro: “cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» (Jn 21,18)Es la cruz que le estaba prometiendo, es la Pasión. “Ve hasta allí, dice el Señor, apacienta mis ovejas, sufre por mis ovejas.” Así debe ser el buen obispo. Si no es así, no es un obispo. Escucha este otro testimonio: dos de sus discípulos, los hermanos Juan y Santiago, hijos del Zebedeo, tenían como ambición los primeros lugares a costa de los demás. El Señor les respondió: “no saben lo que están pidiendo”, y agregó: “¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?” ¿Cuál copa sino la de la Pasión? Y ellos llenos de avaricia por la dignidad, olvidando su propia incompetencia, respondieron inmediatamente: “Podemos”. Jesús les respondió “Ustedes sí beberán mi copa, pero no me corresponde a mí el concederles que se sienten a mi derecha o a mi izquierda. Eso será para quienes el Padre lo haya dispuesto”. De esta manera demostraba su humildad, de hecho todo lo que prepara el Padre es también preparado por el Hijo. Vino a este mundo humilde: el mismo creador fue creado entre nosotros. Él nos hizo, pero fue hecho por nosotros. Dios antes del tiempo, y hombre en el tiempo: liberó al hombre del tiempo. Este gran médico vino a sanar nuestro cáncer, vino a sanar el orgullo mismo por su ejemplo. Es esto lo que debemos observar y estar atentos en el Señor: miremos la humildad del Señor, bebamos la copa de su humildad, llenémonos de él, contemplémoslo. Es fácil tener pensamientos nobles, fácil gozar de honores, fácil prestar su oído a quienes nos halagan, y a aquellos que nos alaban. Pero cargar con las injurias, soportar con paciencia las humillaciones, orar por aquél que nos ofende (Mt 5,39.44): esa es la copa del Señor, he allí el banquete del Señor.

Hermanos Franciscanos

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