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10:43 a.m.


Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia, hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública. Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo: "Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida". Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel. Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y dijeron: "Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro". Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido. En ese momento llegó uno, diciendo: "Los hombres que ustedes arrestaron, están en el Templo y enseñan al pueblo". El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor de ser apedreados por el pueblo.

10:43 a.m.


Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: El me respondió y me libró de todos mis temores. Miren hacia El y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: El lo escuchó y lo salvó de sus angustias. El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en El se refugian!

10:43 a.m.


Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

10:43 a.m.


Cuando el obispo está presente, llegada la noche el diácono trae la lámpara. De pie en medio de todos los fieles presentes dará gracias. Primero saludará a todos diciendo: «El Señor esté con vosotros» Y el pueblo responderá: «Y con tu espíritu» «Demos gracias al Señor» Y se dirá: «Es digno y justo que le sean dadas la grandeza y la elevación así como la gloria»... Y orará de esta manera diciendo: «Te damos gracias, Señor, por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor por quien nos has iluminado revelándonos la luz que nunca se apaga. Puesto que hemos acabado la jornada y hemos llegado al comienzo de la noche saciándonos de la luz del día que has creado para nuestro gozo, y puesto que ahora, por tu gracia, no nos falta la luz de la noche, te alabamos y te glorificamos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, por quien te son dadas gloria, poder, honor, con el Santo Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén». Y todos responderán: «Amén». Y orando, se levantarán después de la Cena. Los niños dirán los salmos, y lo mismo harán las vírgenes.

Hermanos Franciscanos

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