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10:47 a.m.


Hermanos: Como dice el Espíritu Santo: "Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón como en el tiempo de la Rebelión, el día de la Tentación en el desierto, cuando sus padres me tentaron poniéndome a prueba, aunque habían visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me irrité contra aquella generación, y dije: Su corazón está siempre extraviado y no han conocido mis caminos. Entonces juré en mi indignación: jamás entrarán en mi Reposo". Tengan cuidado, hermanos, no sea que alguno de ustedes tenga un corazón tan malo que se aparte del Dios viviente por su incredulidad. Antes bien, anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy, a fin de que nadie se endurezca, seducido por el pecado. Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial.

10:47 a.m.


¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: «No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.» «Cuarenta años me disgustó esa generación, hasta que dije: ‘Es un pueblo de corazón extraviado, que no conoce mis caminos’. Por eso juré en mi indignación: 'Jamás entrarán en mi Reposo.’»

10:47 a.m.


Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

10:47 a.m.


¿Para qué haber sido creados si no se conoce a su Creador? ¿Cómo los hombres serían “lógicos”, si no conocen el Logos, el Verbo del Padre, en quién comenzaron a ser? (Jn 1, 1s)… ¿Para qué los habría hecho Dios, si no hubiese querido ser conocido por ellos? Para evitar esto, en su bondad, les permitió participar con aquél que es su propia imagen, nuestro Señor Jesucristo (Hch 1,3; Col 1,15). Los creó a su imagen y semejanza (Gn 1,26).Por tal favor, conocerán la imagen, el Verbo del Padre; por él podrán hacerse una idea del Padre, y conociendo al Creador, podrán vivir una vida de verdadera dicha. Pero en su insensatez los hombres despreciaron ese don, se desviaron de Dios y se olvidaron de él… ¿Qué tendría que hacer Dios, sino renovar su “ser-según-la-imagen”, para que los hombres pudieran reconocerlo de nuevo? ¿Cómo podrá hacerse esto, sino por la presencia misma de la imagen de Dios, nuestro Salvador Jesucristo? Por los hombres esto no era posible realizarse; pues solamente han sido hechos según la imagen. Por los ángeles tampoco, pues ellos mismos no son imagen. De este modo el Verbo de Dios vino él mismo, él que es la imagen del Padre, para restaurar el “ser-según-la-imagen” de los hombres. Por otro lado, esto no podía hacerse si la muerte y la corrupción no hubieran sido destruidas. Es por eso que justamente tomo un cuerpo mortal para destruir en él la muerte y restaurar los hombres según la imagen.

Hermanos Franciscanos

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