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11:07 a.m. ,


«No cometerás adulterio». El Sexto mandamiento del Decálogo tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 31 de octubre de 2018. + del Papa Francisco: Mensaje para los Matrimonios: https://youtu.be/CIUvjSebEy0 Dinero y Poder Hacen Esclavo al Hombre: https://youtu.be/TH8SCUijOp8 Mensaje a los Jóvenes: https://youtu.be/5hft6QNUsVI Rezar el Rosario para que la Virgen Proteja a la Iglesia: https://youtu.be/0gw6C_vbQ6U Vaciar el Corazón para HACER ESPACIO A JESÚS: https://youtu.be/kGp1umoFzWs Mensaje Ecuménico: https://youtu.be/HKg6F_Dfdb0


10:44 a.m.


Yo, Juan, vi a otro Angel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Angeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: "No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios". Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000 pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: "¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!". Y todos los Angeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: "¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén! Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?". Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero".

10:44 a.m.


Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque El la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

10:44 a.m.


Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.

10:44 a.m.


Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."

10:44 a.m.


  Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una procesión. No tenía fósforos, pero al ver la lamparita que arde ante las reliquias, se acercó. Pero, ¡vaya!, la encontró medio apagada, no quedaba más que un débil destello en la mecha carbonizada. Sin embargo, consiguió encender su vela, y, gracias a su vela, se fueron encendiendo todas las de la comunidad. Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras e incluso encender el universo. Sin embargo, la causa primera de ese incendio se debería siempre a aquella lamparita. ¿Cómo es entonces que, sabiendo esto, las hermosas llamas podrían gloriarse de haber provocado semejante incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella chispita?... Lo mismo ocurre con la comunión de los santos. Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen la gracia unos a otros por medio de la oración, para que en el cielo se amen con un gran amor, con un amor todavía mucho mayor que el amor de la familia, incluso el de la familia más ideal de la tierra. ¡Cuántas veces he pensado si no podría yo deber todas las gracias que he recibido a las oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a la que no conoceré sino en el cielo! Sí, una chispita muy pequeña puede hacer brotar grandes lumbreras en toda la Iglesia, como doctores y mártires, que estarán muy por encima de ella en el cielo; ¿pero quién podría afirmar que la gloria de aquellos no se convertirá en la suya propia? En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona.

Hermanos Franciscanos

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