Ártículos Más Recientes

1:02 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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“Verbum Spei”
“Palabra de Esperanza”
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*15° Jueves Tiempo Ordinario*
*El Evangelio de hoy*
*Mateo 11, 28-30*

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga, ligera”.

*Reflexión:*
Después de un día agobiante de trabajo o un período de nuestra vida en el que las cosas no han salido precisamente como nosotros las esperábamos, qué reconfortante es escuchar de Jesús: “Vengan a mí… y yo los aliviaré”.
Y es que sólo en Jesús podemos darle el justo valor a todas las cosas, por eso dice: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. El hombre se agita y se sofoca porque le da a las cosas una dimensión equivocada y porque quiere realizarlas con sus solos esfuerzos pero, sólo con la ayuda de Dios es posible realizar, en paz y con alegría, nuestros proyectos y sólo con su consuelo podemos aceptar, que éstos no hayan salido como nosotros pensábamos.
Si tu vida y tus proyectos están a medias o no se han realizado como tú lo esperabas, toma un momento de tu jornada para orar, para ponerte en los brazos amorosos de Jesús, él te dará la fuerza y la luz para recomenzar.
(Evangelización Activa).

*Oración:*
Señor Jesús, tú me darás la paz, porque todo lo que he hecho, en realidad eres tú quien lo ha hecho por mí. Amén.

*Acción:*
Hoy haré una cita con el Señor y tendré un momento largo de coloquio con Él y lo disfrutaré al máximo. Dentro de esa cita con Él, le pediré que me ayude a provocar, con más frecuencia, esos momentos.
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“Nuntium Verbi Dei”
“Mensaje de la palabra de Dios”
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10:47 a.m.
La senda del justo es recta, tu allanas el sendero del justo. Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu recuerdo son el deseo de nuestra alma. Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia. Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que nosotros hacemos. En medio de la angustia, Señor. acudimos a ti, clamamos en la opresión, cuando nos golpeaba tu castigo. Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se refuerce y da gritos de dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor. Hemos concebido, nos hemos retorcido, y no dimos a luz más que viento. ¡No hemos traído la salvación a la tierra, no le nacieron habitantes al mundo! Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres. ¡Despierten y griten de alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará vida a las Sombras.

10:47 a.m.
Tú, Señor, reinas para siempre, y tu Nombre permanece eternamente. Tú te levantarás, enternecido por Sión, pues ya es tiempo que de ella te apiades, ya ha llegado la hora; tus servidores sienten amor por esas piedras y se compadecen de esas ruinas. Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria: cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella; cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria. Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor: porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo, para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte.

10:47 a.m.
«Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplirán así la ley de Cristo». El pecado es una carga, como lo atestigua el salmista cuando dice: «Mis pecados pesan sobre mí como una carga pesada». El Salvador se encargó de esa carga por nosotros, enseñándonos de este modo por su ejemplo lo que debemos hacer nosotros mismos. Pues el mismo carga el peso de nuestros pecados, Él sufre por nosotros (Is 53:4), e invita a los que están agobiados bajo el fuerte peso de la ley y de sus pecados a cargar el peso ligero de la virtud cuando dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11:30). Aquél que no se desespera por la salvación de su hermano, tiende la mano a aquél que implora su apoyo, llora con el que llora, es débil con los débiles, y mira los pecados del otro como los suyos propios, ése cumple por la caridad la ley de Cristo. ¿Cuál es esa ley de Cristo? «El mandamiento que les doy es que se amen los unos a los otros» (Jn 13:34) ¿Cómo el Hijo de Dios nos amó? «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15:13). Aquél que no es clemente, que no se revistió de las entrañas de la misericordia y de las lágrimas, por muy elevado que sea en espiritualidad, no cumple la ley de Cristo. Aquél que viene a socorrer al pobre agobiado bajo el peso de la indigencia y se hace amigo del dinero injusto (Lc 16:9), ése carga con las necesidades de su hermano. Es a él que Jesús dirá después de la resurrección general: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber» (Mt 25:34-35)

Hermanos Franciscanos

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