Ártículos Más Recientes

11:32 a.m.
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen."

11:32 a.m.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti”. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.

11:32 a.m.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

11:32 a.m.
     Son muchos los que creen en la resurrección de Jesús, pero son pocos los que tiene de ella una visión clara. ¿Y cómo los que no lo han visto pueden adorar a Cristo como a Santo y como a Señor? En efecto, está escrito: “Nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1C 12,3), y también: “Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24)… ¿Cómo es, pues, que el Espíritu Santo hoy [en la liturgia] nos mueve a decir: “Hemos visto la resurrección de Cristo. Adoremos al Santo, al Señor Jesús, al único sin pecado”? ¿Cómo nos invita a afirmarlo como si lo hubiéramos visto? Cristo ha resucitado una sola vez, hace mil años, y tampoco entonces nadie le vio resucitar. ¿Acaso la divina Escritura nos quiere hacer mentir? ¡Jamás de la vida! Al contrario, nos exhorta a ser testigos de la verdad, esta verdad en la que en cada uno de nosotros, sus fieles, se reproduce la resurrección de Cristo, y ello no sólo una vez, sino cuando, en cada hora por así decir, el Maestro en persona, Cristo, resucita en nosotros, vestido totalmente de blanco y fulgurante con los rayos de la incorruptibilidad y de la divinidad. Porque el luminoso acontecimiento del Espíritu nos hace entrever, igual que aquella mañana, la resurrección del Maestro, o más bien nos hace el favor de verle a él mismo, al mismo resucitado. Por eso cantamos: “El Señor es Dios, él nos ilumina” (sl 117,27), y aludiendo a su segunda venida, añadimos: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (v 26). Es de manera del todo espiritual, por su mirada espiritual que se presenta y se hace ver. Y cuando, por obra del Espíritu Santo, esto se realiza en nosotros, él nos resucita de entre los muertos, nos vivifica y nos da de verle a él mismo, enteramente, viviendo en nosotros, él, el inmortal e imperecedero. Nos hace la gracia de poderle conocer claramente, a él que nos resucita con él y nos hace entrar con él en la gloria.

4:41 a.m.
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*”Verbum Spei”*
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*Domingo de Pascua*
*El Evangelio de hoy*
*Juan 20,1-9*

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

*Reflexión:*
Pueden ser muchas las piedras que no se han removido en mi vida. María Magdalena llega al sepulcro y gracias a que la piedra que tapaba la entrada ya no está en su lugar es que puede salir corriendo a anunciar lo sucedido.
Ojalá que esta Semana Santa no te deje, Jesús, encerrado en el sepulcro. Quitar las piedras que te impiden salir y triunfar en mi vida es un paso importante que hoy me invitas a dar.
Tal vez no me siento capaz de mover esas rocas que tapan el sepulcro. Son demasiado grandes y pesadas para mí. La Magdalena también pensaba eso mientras iba de camino. Sin embargo, fue la fuerza de tu amor, Jesús, la que corrió la piedra dando una señal a las mujeres y a tus apóstoles.
Dame la gracia, Señor, de ir destapando, con tu gracia, el sepulcro de mi alma y dejar que puedas salir con vida. Sólo si sales e iluminas todo mi ser podré realizarme y alcanzar el plan que has logrado para mí. Sólo con tu gracia podré ayudarte a remover las piedras que impiden tu libertad en mí.
Con tu resurrección me enseñas que no se puede vivir en el temor, en la oscuridad, en la muerte. Tú me has abierto el camino a la vida, a la luz, a la resurrección, a la felicidad.

*Oración:*
Señor Jesús, necesito encontrarme contigo. Estar en tu presencia es algo que anhelo siempre. Gracias por resucitar y permanecer vivo para siempre junto a mí. Amén.

*Acción:*
Hoy agradeceré a Jesús durante la misa el que haya resucitado por mí.
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*”Nuntium Verbi Dei”*
_”Mensaje de la palabra de Dios”_
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Hermanos Franciscanos

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