Ártículos Más Recientes

11:17 a.m.
Así habla el Señor Dios. Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

11:17 a.m.
¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! ¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates. ¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! ¿Y quién es ese Rey de la gloria? El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.

11:17 a.m.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

11:17 a.m.
Hoy, la Virgen Madre, introduce al Señor del templo en el templo del Señor. También José lleva al Señor ese hijo que no es suyo, sino que es el Hijo muy amado, mi predilecto (Mt 3,17). Simeón, el justo, reconoce en él al que esperaba; Ana, la viuda, le alaba. En este día estos cuatro personajes celebran una primera procesión; procesión que, más tarde, se celebraría con gozo en todo el universo... No os extrañéis de que esta procesión sea tan  pequeña, porque es también muy pequeño aquél a quien el templo recibe. En este lugar no hay pecadores: todos son justos, todos son santos, todos son perfectos. ¿No vas tú a celebrar eso, Señor? Tu cuerpo crecerá, tu ternura también crecerá... Veo ahora una segunda procesión en la que multitudes preceden al Señor, en la que multitudes le siguen; ya no es la Virgen quien le lleva, sino un asnito. No desprecia, pues, a nadie..., que por lo menos no les falten esos vestidos de los apóstoles (Mt 21,7): su doctrina, sus costumbres, y la caridad que cubre multitud de pecados (1P 4,8). Pero iré más lejos aún y diré que también a nosotros nos ha reservado un lugar en esta procesión... David, rey y profeta, se alegró de ver este día. “Saltaba de gozo pensando ver este día” (Jn 8, 56); si no fuera así ¿hubiera podido cantar: “Oh Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo? (Sl 47,8). David recibió esta misericordia del Señor, Simeón la recibió, y también nosotros la recibimos, igual que todos los que están llamados a la vida, porque “Cristo es el mismo ayer, hoy y por siempre” (Heb 13,8)... Abracemos, pues, esta misericordia que hemos recibido en medio del templo, y como la bienaventurada Ana, no nos alejemos de él. Porque “el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros” dice el apóstol Pablo (1Co 3,17). Esta misericordia está cerca de vosotros; “la palabra de Dios está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón” (Rm 10,8). De hecho ¿no habita Cristo en vuestros corazones por la fe? (Ef 3,17). Éste es su templo, éste es su trono... Sí, en este mismo corazón que recibe la misericordia habita Cristo, en el corazón que susurra palabras de paz  a su pueblo, a sus santos, a todos los que regresan a su corazón.

8:39 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza”_

       

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*4° Miércoles Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Marcos 6, 1-6*
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

*Reflexión:*

Jesús nos enseña en este pasaje lo difícil que puede ser nuestro trabajo de evangelización entre los nuestros, en nuestra casa, en nuestro centro de trabajo, incluso en nuestros barrios.

Cuánta gente se admira de nuestro cambio de vida, de nuestra alegría, de una manera diferente de ser y de pensar y, sin embargo, permanecen en su falta de fe. Esto, lejos de desanimarnos, debe alentarnos pues es y será finalmente el Espíritu Santo quien hará la obra. A pesar de la incredulidad de la gente Jesús continuaba con su misión: Enseñar el camino del Reino.

Si te sientes desanimado porque tu trabajo apostólico en tu casa o con los tuyos no ha tenido el resultado que esperabas, no te desanimes, la obra no es tuya sino del Espíritu. Tarde o temprano verán en tu estilo de vida una invitación a vivir en el Reino. La palabra de Dios dice: “Cree tú y creerá tu casa”. 

(Evangelización Activa).

*Oración:*

Señor, gracias por tu amorosa pero firme reprensión, gracias porque puedo sentir tu ternura que busca alejarme de aquellas cosas que me afectan. Es cierto que soy rebelde pero ten misericordia de mí y sigue llamándome, pues el deseo de mi corazón es ser como tú.
*Acción:* 

Hoy pondré atención a aquellas reprensiones que recibo y pondré atención para saber si Dios, a través de algo o alguien, es quien me educa. También me fijaré en la reprensión que ejerzo sobre quienes tengo responsabilidad y la aplicaré con justicia, rectitud y firmeza. 

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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Hermanos Franciscanos

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