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6:43 p.m.
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4° Lunes Adviento
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! 

Reflexión:
¿Cómo María es ejemplo viviente de amor para la Iglesia? Pensemos en su disposición hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no sólo trajo ayuda material, también esto, pero llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús en aquella casa significaba llevar alegría, la alegría completa. Isabel y Zacarías estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María la que les trae el gozo pleno, el que viene de Jesús y del Espíritu Santo, y se expresa en la caridad de forma gratuita, en el compartir, en ayudarse, en la comprensión.
La Virgen nos quiere traer también a nosotros, a todos nosotros, el gran don que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María. La Iglesia no es una tienda, la Iglesia no es una organización humanitaria, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia es enviada para llevar a todos a Cristo y su Evangelio. Ésta es la Iglesia: no se lleva a sí misma, si es pequeña, si es grande, si es fuerte, si es débil, sino que la Iglesia lleva a Jesús.
Y la Iglesia debe ser como María, cuando fue – como hemos escuchado en el Evangelio – cuando fue a hacer una visita a Isabel. ¿Qué lleva María? ¡Jesús! Y la Iglesia lleva a Jesús Y este es el corazón de la Iglesia, ¿eh? Si sucediera -es una hipótesis- que la Iglesia no llevara a Jesús, aquella sería una iglesia muerta. ¿Lo entienden? Debe llevar a Jesús y debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la fuerza de Jesús.
¿Y nosotros – que hemos hablado de María, de la Iglesia – y nosotros que somos la Iglesia, cada uno de nosotros, ¿qué amor llevamos a los demás? ¿Es el amor de Jesús, que comparte, que perdona, que acompaña…o es un amor demasiado, demasiado aguado, ¿no? como cuando el vino se diluye tanto que parece agua, nuestro amor? ¿O es un amor que es fuerte, o tan débil que sigue las simpatías, que busca las recompensas? Un amor interesado.
Pero, una pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado, o no le gusta? ¿Le gusta? Ah, no parecen estar muy convencidos, ¿eh? ¿Le gusta o no? ¡No le gusta! El amor debe ser gratuito, como era el amor de Él. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O juzgamos y hablamos mal de los demás? Sin embargo, he oído decir que aquí, en Roma, nadie habla mal de los demás, ¿eso es cierto? No sé. Yo lo digo ¿Nos cuidamos cada uno del propio “huertecillo”, o nos cuidamos unos a otros? Son preguntas de caridad
(Papa Francisco).

Oración:
Señor mi Dios, ayúdame a ser más como María, a recibir al Niño Dios en mi corazón y poner en práctica tu palabra sirviendo a mis hermanos, a estar atento a las necesidades de las personas, y tratar de ayudar a los demás. Permite que la presencia de la Santísima Virgen me ayude a esforzarme más en mi conversión durante estos días, mientras camino contigo a Belén y estar listo para recibirte. Amén

Acción:
Hoy, ofreceré 10 Avemaría por las personas que pasarán estas navidades de misiones en lugares peligrosos.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:30 a.m.
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.

11:30 a.m.
Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría. El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita. El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece. El levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria; porque del Señor son las columnas de la tierra y sobre ellas afianzó el mundo.

11:30 a.m.
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz". Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

11:30 a.m.
“Mi alma engrandece al Señor.” ¿Cómo lo engrandeces tú? ¿Añadirías grandeza al que es infinitamente grande? “El Señor es grande” dice el salmista, y “digno de toda alabanza” (cf Sal 144,3) El Señor es grande, tan grande que su grandeza no soporta ni comparación ni medida. ¿Cómo lo engrandeces tú si no le puedes hacer más grande?     Lo engrandeces porque lo alabas. Lo engrandeces porque, en medio de las tinieblas de este mundo, tú eres más luminosa que el sol, más bella que la luna, más fragante que el perfume de la rosa, más blanca que la nieve, tú das a conocer el esplendor de Dios. Tú lo engrandeces no añadiendo grandeza a su grandeza sin medida, sino aportando, en medio de las tinieblas del mundo, la luz de la verdadera divinidad... Tú lo engrandeces al ser elevada a una dignidad tan alta como para recibir la gracia en plenitud (Lc 1,28) acogiendo al Espíritu Santo y, siendo Madre de Dios permaneciendo Virgen inviolada, das a luz al Salvador del mundo perdido.     ¿De dónde viene esto? Porque el Señor está contigo. (Lc 1,28) el Señor que ha hecho de sus dones tus méritos. He aquí porque se dice que engrandeces al Señor, porque tú misma eres engrandecida en él y por él. Tu alma engrandece al Señor ya que tú misma eres engrandecida por él... porque eres el receptáculo del Verbo, la bodega del vino nuevo que embriaga la sobriedad de los creyentes. Tú eres la Madre de Dios.

Hermanos Franciscanos

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