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2:09 a.m.
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Nuestra Señora de Guadalupe
12 diciembre
El Evangelio de hoy 
Lucas 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. 
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.

Reflexión:
Una de las actitudes constantes en la vida de María es su servicio. Ya desde el evangelio, en el pasaje que hoy nos propone la liturgia, María se presenta como la servidora, la que está siempre atenta a las necesidades del prójimo. 
Desde que Jesús nos la dejó como Madre, ella, con gran amor y diligencia, continúa realizando esta acción de amor con sus hijos. Cuando María de Guadalupe aparece, viene a darle nuevas fuerzas a un pueblo que se encuentra en crisis después de la caída del Imperio Azteca. Las palabras que dijo a Juan Diego son el signo, y a la vez promesa perenne, que nos ayudan a confiar en ella y en su poderosa intercesión: “Por qué temes, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”.
Por un lado quisiera hoy invitarte a crecer en esta confianza amorosa a nuestra Madre Santísima, y por otro lado, adoptar esta actitud de servicio característico de María. A María Santísima le gusta ser venerada y amada, pero mucho más le gusta ser imitada. 
(Evangelización Activa).

Oración:
A la Virgen de Guadalupe
Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.

Acción:
Hoy renovaré el amor a María al asistir, preferentemente en familia, a la celebración de la Eucaristía.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:03 a.m.
Una vez más, el Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas». Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor.» Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?. Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel. Hagan un proyecto: ¡fracasará! Digan una palabra: ¡no se realizará! Porque Dios está con nosotros.

11:03 a.m.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. La tierra ha dado su fruto: el Señor, nuestro Dios, nos bendice. Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

11:03 a.m.
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

11:03 a.m.
El Ángel había anunciado a la Virgen María los misterios. Para afianzar su fe mediante algún ejemplo, él anunció la maternidad de una mujer estéril y ya entrada en años, manifestando así que Dios puede hacer todo cuanto le place. Desde que lo supo, María se dirige a las montañas... con el regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el gozo...La gracia del Espíritu santo ignora a los lentos... Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor.«La criatura saltó de gozo en el seno de Isabel, y ella quedó llena del Espíritu Santo...¡Dichosa, dice ella, tú que has creído!» Dichosos también vosotros, porque habéis entendido y creído; pues toda alma creyente concibe y engendra la palabra de Dios y reconoce sus obras. Que en cada uno resida el alma de María para glorificar al Señor; que en cada uno esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe al Verbo de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada de los vicios, guarde castidad con una pureza intachable. Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios Salvador. Nosotros leemos en otro lugar:«Proclamad conmigo la grandeza del Señor»(Ps 33, 4). El Señor, en efecto es engrandecido no porque la palabra humana le pueda añadir algo, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues «Cristo es la imagen de Dios»(2Co 4,4; Col 1,15).Y por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa imagen de Dios, -a cuya semejanza ha sido creada- y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una participación de la grandeza divina.

Hermanos Franciscanos

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