En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Oración introductoria
Jesús mío, vengo hoy ante Ti para pedirte ayuda. Tengo el profundo deseo de acercar mi corazón al tuyo. Debo confesarte que me encuentro algo cansado de todo el ajetreo diario, la rutina me desgasta. Tú que dijiste: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio», aquí me tienes. Quiero en esta oración descansar en Ti.
Petición
Señor Jesucristo, que eres manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Meditación del Papa Francisco
Jesús nos espera a cada uno de nosotros: "Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados", incluso del pecado, "y yo les daré descanso. Lleven sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón". Esta es la virtud que Jesús nos pide: la humildad y la mansedumbre.
La humildad y la mansedumbre son como el marco de una vida cristiana. Un cristiano siempre va así, en la humildad y en la mansedumbre. Y Jesús nos espera para perdonarnos. ¿Puedo hacerles una pregunta?: ¿Ir ahora a confesarse, no es ir a una sesión de tortura? ¡No! Es ir a alabar a Dios, porque yo pecador he sido salvado por Él. ¿Y Él me espera para golpearme? No, sino con ternura para perdonarme. ¿Y si mañana hago lo mismo? Vas de nuevo, y vas, y vas, y vas... Él siempre nos espera. Esta ternura del Señor, esta humildad, esta mansedumbre. Si alguno ha pecado, tenemos un Paráclito ante el Padre. Esto nos da aliento. Es bello, ¿no? ¿Y si tenemos vergüenza? Bendita vergüenza porque eso es una virtud.
Que el Señor nos dé esta gracia, este valor de ir siempre a Él con la verdad, porque la verdad es la luz. Y no con la oscuridad de las verdades a medias o de las mentiras delante de Dios. (cf S.S. Francisco, 29 de abril de 2013).
Reflexión apostólica
El seguir a Cristo amerita por ley divina cargar nuestra cruz, el yugo del cual habla el Señor en el Evangelio; ese yugo que es suave y ligero. El yugo de la caridad, que es en sí misma mansedumbre para tratar a los demás, y humildad, que es la perla preciosa del trato con Dios. Sin estas dos cualidades, nuestro trato con los demás se nos hace insufrible. Nosotros fuimos creados por Dios para amar y ser amados, y nuestro verdadero descanso está precisamente en esto. El camino más fácil para llegar a Él, es ser –como Jesús nos pide– mansos y humildes de corazón.
Propósito
El día de hoy trataré con gran caridad a la persona que no me sea tan simpática, para imitar así la mansedumbre de Jesús.
Diálogo con Cristo
¡Jesús, que eres manso y humilde de corazón, aligera mi carga porque estoy cansado! Muéstrame el camino de la mansedumbre y de la humildad, que es en sí la misma caridad. Enséñame a ser caritativo con los demás, porque en ellos hallaré mi descanso a tu lado.
“La humildad y pobreza de Jesús se convierten en principio de nuestra exaltación” (Pablo VI, Audiencia general, miércoles 11 de enero de 1978)
¿Qué os parece? Si tiene un hombre cien ovejas, y se le extravía una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve e irá a buscar la extraviada? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así, pues, no es voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno solo de esos pequeñuelos.
Oración introductoria
¡Cómo no admirarme de tu paciencia para con el hombre, si Tú te dignas vivir entre pecadores que no te conocen y no te hacen caso! Tú perdonas lo que el hombre no sabe perdonar. Tú olvidas las ingratitudes. Enséñame a ser una persona misericordiosa como Tú lo has sido conmigo. Soy una persona ciega y dominada por el egoísmo.
Gracias, Señor, porque Tú me has cuidado cada vez que me pierdo, ya sea consciente o inconscientemente. Gracias por cargarme en tus hombros, pues soy una persona muy débil. Muchas gracias.
Petición
Dulce Jesús, que has salido a buscarme para que no me perdiera. Dame la gracia de ser un hijo tuyo que pueda seguir tu ejemplo de paciencia y misericordia para con los que me rodean.
Meditación del Papa Francisco
¿Qué quiere decir ser "Pueblo de Dios"? Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en modo propio a pueblo alguno; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a formar parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios «quiere que todos se salven».
A los Apóstoles y a nosotros Jesús no nos dice que formemos un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: id y haced discípulos a todos los pueblos. San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, "no hay judío y griego... porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Desearía decir también a quien se siente lejano de Dios y de la Iglesia, a quien es temeroso o indiferente, a quien piensa que ya no puede cambiar: el Señor te llama también a ti a formar parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. Él nos invita a formar parte de este pueblo, pueblo de Dios. (S.S. Francisco, 12 de junio de 2013).
Reflexión
Tenemos una seguridad de la gran misericordia y paciencia de Dios para con el hombre: "Tú estás conmigo: ésta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene". Es una certeza saber que Nuestro Señor Jesucristo siempre va a nuestro encuentro, y que se alegra de tenernos a su lado.
Sin embargo, Él permite que nos perdamos en ocasiones para que comprendamos que nos cuida en cada momento, que está a nuestro lado. Pero hay que recordar que tenemos un deber muy grande al llevar a Cristo a los demás, y que, con nuestra certeza de que Él nunca nos dejará solos, haremos que las personas también se den cuenta de ello, y confíen más en Jesucristo.
Propósito
Haré un sacrificio por aquellos que se han extraviado, para que Nuestro Señor les ayude y puedan regresar al redil.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, después de meditar contigo sobre la misericordia que tienes con aquellos que se han perdido por no hacer caso a lo que Tú quieres, te doy gracias por regalarme la certeza de que nunca me dejarás en los momentos en los yo me pierda, sabiendo que me esperas y que siempre sales a mi encuentro.
Dios me ama tanto que nunca me dejará solo, ¿Cuál es mi respuesta?
Tanto se complace Dios en nuestros actos de bondad para con los demás, que ofrece su misericordia solamente a quienes son misericordiosos. (San Hilario, en Catena Aurea vol. I, p. 248)