
«¡Que viene el esposo!» (Mt 25,6). Cristo, nuestro esposo, es quien pronuncia esta frase. En latín, la palabra «venit» contiene dos tiempos del verbo: el pasado y el presente; lo cual no priva que apunte también al futuro. Por eso vamos a considerar en nuestro esposo Jesucristo, tres venidas. En la primera venida se hace hombre a causa del hombre, por amor. La segunda venida tiene lugar todos los días, a menudo y en muchas ocasiones, en cada corazón que ama, acompañado de nuevas gracias y nuevos dones, según la capacidad de cada uno. La tercera venida, se considera la que tendrá lugar el día del Juicio o en la hora de la muerte... El motivo por el cual Dios ha creado a los ángeles y a los hombres es su bondad y su nobleza infinitas, porque lo ha querido hacer a fin de que la felicidad y la riqueza que es él mismo se revelaran a las criaturas dotadas de razón, y que éstas pudieran gustarlo en el tiempo y gozar de él más allá del tiempo, en la eternidad. El motivo por el cual Dios se ha hecho hombre es su amor inalcanzable y la desgracia de los hombres porque, a causa de la caída del pecado original se habían alterado la finalidad de la naturaleza humana y no podía curarse a sí misma. Pero el motivo por el cual Cristo llevó a cabo sus obras sobre la tierra, no tan sólo según su divinidad sino también según su humanidad, es cuádruple: a saber, su amor divino sin medida; el amor creado, o caridad, que poseía en su alma gracias a la unión con el Verbo eterno y gracias al don perfecto que le había hecho su Padre; la gran desgracia en la que se encontraba la naturaleza humana; finalmente, el honor de su Padre. Estos son los motivos de la venida de Cristo, nuestro esposo, y de todas sus obras.
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