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2:42 p.m. ,


¿Quieres conocerme más? Soy el padre Adolfo Güémez, LEGIONARIO DE CRISTO. La Legión de Cristo es una congregación religiosa a la cual fui llamado a mis 19 años, atraído por su espiritualidad cristocéntrica, llena de amor a María y a la Iglesia, fidelidad al Papa y un fuerte anhelo de que Cristo Reine en el corazón de los hombres, de las familias y de la sociedad. ¿Deseas saber más de los Legionarios de Cristo? http://legionariosdecristo.org/ ¿Sientes un posible llamado a la vocación en la Legión de Cristo? http://legionariosdecristo.org/ser-legionario/ ¿Te gustaría conocer y/o participar de este carisma desde tu vocación laical? http://www.regnumchristi.org/es/contacto/ SUSCRÍBETE A MI CANAL DE YOUTUBE: http://bit.ly/2iqfI8r @padolfolc www.padreadolfo.com


10:47 a.m.


Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente. Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado". Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.

10:47 a.m.


El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

10:47 a.m.


Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".

10:47 a.m.


No es la ciencia la que rescata al hombre. El hombre es rescatado por el amor. Esto es válido ya en el dominio puramente humano. Cuando alguien, en su vida, hace la experiencia de un gran amor, para él se trata de un momento de «redención» que da un sentido nuevo a su vida. Pero, muy pronto, se dará cuenta de que este amor que le ha sido dado no resuelve, por sí sólo, el problema de su vida. Se trata de un amor que sigue siendo frágil; puede ser destruido por la muerte. El ser humano tiene necesidad de un amor incondicional. Tiene necesidad de poseer la certidumbre que le hace decir: «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús» (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto, con una certeza absoluta, entonces –y solamente entonces- el hombre es «rescatado», sea lo que fuere que le suceda en un caso particular. Es lo que se quiere decir cuando se dice: Jesucristo nos ha «rescatado». Por él hemos llegado a ser, ciertamente, de Dios –de un Dios que no es una lejana «causa primera» del mundo- porque su Hijo único se hizo hombre, y de él puede cada uno decir: «Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Gal 2,20).

Hermanos Franciscanos

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