Ártículos Más Recientes

12:19 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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1° Martes Cuaresma
El Evangelio de hoy 
Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal. 
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.

Reflexión:
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un “sentimiento” (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área “espiritual” (lo mismo podemos decir del amor, la envidia y otros). 
Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon y/o reaccionando de acuerdo con el “impulso” natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera. Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía. 
Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios. 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, gracias por manifestarte a través de tu palabra, me comprometo contigo a escucharte todos los días en ella y sólo te pido que me llenes de tu Espíritu que la inspiró y que sé muy bien que es quien puede grabarla en mi interior y apasionarme por su cumplimiento. Amén.

Acción:
Hoy leeré el salmo 119 y meditaré en la importancia de la palabra de Dios en mi vida.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:36 a.m.
Así habla el Señor: Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.

11:36 a.m.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: El me respondió y me libró de todos mis temores. Miren hacia El y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: El lo escuchó y lo salvó de sus angustias. Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos.

11:36 a.m.
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

11:36 a.m.
Si alguien pudiera mirarlo de cerca, quedaría asustado al ver de qué manera el hombre busca, en toda cosa, su bien personal aun en detrimento de otros hombres, en las palabras, las obras, los dones, los servicios. Tiene siempre la vista puesta en su bien personal: gozo, utilidad, gloria, servicios a recibir, siempre ventajas para sí mismo. He aquí lo que buscamos y queremos conseguir de las criaturas, e incluso en el servicio de Dios. El hombre no ve más que las cosas terrestres, de la misma manera que la mujer encorvada de la que nos habla el evangelio, estaba totalmente inclinada hacia el suelo y no podía mirar hacia lo alto (Lc 13,11). Nuestro Señor dice que “no se puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas”, y continúa “buscad primero”, es decir ante todo y por encima de todo, “el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,24.33). Vigilad, pues, vuestras profundidades, y no busquéis más que el Reino de Dios y su justicia –es decir no busquéis más que a Dios, que es el verdadero reino. Es este el reino que deseamos y pedimos todos los días en el Padrenuestro. El Padrenuestro es una oración muy subida y poderosa; no sabéis lo que pedís (Mc 10,38). Dios está en su propio reino, el reino de todas las criaturas dotadas de razón, y es el fin de sus movimientos e inspiraciones. El reino que pedimos es Dios, él mismo en toda su riqueza... Cuando el hombre se mantiene en estas disposiciones, no buscando, no queriendo, no deseando nada más que a Dios, él mismo llega a ser el Reino de Dios y Dios reina en él. En su corazón reina magníficamente el rey eterno que le manda y gobierna; la sede de este reino está en lo más íntimo del fondo de su alma.

Hermanos Franciscanos

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