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2:22 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
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1° Domingo Adviento
El Evangelio de hoy
Lucas 21, 25-28. 34-36

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Habrá señales prodigiosas en el sol, la luna y las estrellas; en la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. 
Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación. Estén alerta para que los vicios, el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente, y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 
Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre».

Reflexión:
El adviento es tiempo de esperanza y, como tal, es un elevador de nuestro ánimo y de nuestras expectativas, de nuestros sueños y de nuestros proyectos; que nuestro mundo ya no es mundo y que en él, como dice un conocido canto de adviento “le falta vida y hay mucho frío”.
El adviento, como tiempo fuerte cargado de muchas connotaciones sobre el Jesús que viene, nos prepara también a ese gran acontecimiento de magna misericordia que fue, es y será el Nacimiento de Cristo en Belén. ¿Hay mayor misericordia por parte de Dios que nacer en un mundo que le rechaza, en medio de nuestra riqueza que es pobreza y en el corazón de una humanidad apurada por tantas espinas? Este Adviento, el de la misericordia, nos invita, desde su balcón, a no olvidar dos rostros: el de Dios que habita en las alturas y el del hombre que gime o llora en el mundo. Pero sin dejar de lado algo esencial en la vida de todo cristiano que, nuestra fuerza para el bien, tiene un secreto escondido: el Señor que viene a nuestro encuentro en cada situación y momento.
De Alguien que pueda levantarnos, sacudir nuestros miedos, ponernos de pie. Ese, sin duda alguna, es JESÚS.
Estemos atentos a la llegada del Señor. No podemos permitir que, Jesús, pase de largo. No podemos consentir que, el Señor, cuando nazca, nos encuentre tan desalentados y distraídos.

Oración:
¡Ven, Señor Jesús! Te esperamos, aunque siempre estamos contigo. Todos los días, en la Eucaristía y en las oraciones. Amén.

Acción:
No, nos dejemos robar la esperanza de vivir nuestra fe, en éste adviento.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:27 a.m.
Llegarán los días -oráculo del Señor- en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: "El Señor es nuestra justicia".

11:27 a.m.
A ti, Señor, elevo mi alma, a ti que eres mi Dios. En ti he confiado, que no quede avergonzado ni se rían de mí mis enemigos. Ninguno de los que esperan en ti tendrá que avergonzarse: se avergonzarán los que traicionan en vano. Haz, Señor, que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos. Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, Vauy yo espero en ti todo el día. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador. Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. Integridad y rectitud me guardarán; en ti, Señor, he puesto mi confianza.

11:27 a.m.
Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, les rogamos y los exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.

11:27 a.m.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".

11:27 a.m.
«Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres» (Flp 4,4). Doble gozo motivado por un doble beneficio: la primera y la segunda venida. Debemos alegrarnos porque el Señor, en su primera venida, nos ha traído riquezas y gloria. Debemos alegrarnos todavía más porque en su segunda venida nos dará «años que se prolongan sin término» (Sl 20,5). Tal como lo dice el libro de los Proverbios: «Largos días en su derecha, y en su izquierda riqueza y gloria» (3,16). La izquierda, es la primera venida con sus gloriosas riquezas: la humildad y la pobreza, la paciencia y la obediencia. La derecha es la segunda venida, con la vida eterna. De la primera venida, Isaías habla en estos términos: «¡Despierta, despierta, revístete de poderío, oh brazo del Señor! ¡Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas! ¿No eres tú el que partió a Rahab, el que atravesó al Dragón? ¿No eres tú el que secó la Mar, las aguas del gran Océano, el que trocó las honduras del mar en camino para que pasasen los rescatados?» (51, 9-10). El brazo del Señor es Jesucristo, Hijo de Dios por quien y en quien Dios ha hecho todas las cosas... Oh brazo del Señor, oh Hijo de David, despierta; ven a nosotros desde la gloria de tu Padre, tomando nuestra carne. Revístete de la fuerza divina para luchar contra «el príncipe de este mundo» (Jn 12,31) y para «echar fuera al fuerte», tú que eres «más fuerte que él» (Lc 11,21-22). Despierta para rescatar al género humano, tal como en los días antiguos liberaste al pueblo de Israel de la servidumbre de Egipto... Tú secaste el mar Rojo; lo que hiciste, lo harás ahora..., tal como has marcado en el fondo del abismo el camino por donde pasan los rescatados. De la segunda venida, habla el Señor en Isaías con estos términos: «Mirad, voy a transformar a Jerusalén» -la Jerusalén celeste formada por ángeles y hombres- «en alegría y su pueblo en gozo. Me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos» (65, 18-19), porque como dice en otra parte: «El Señor enjugará las lágrimas de todos sus rostros» (25,8).

Hermanos Franciscanos

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