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12:11 a.m.
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquellos días dijo Jesús esta parábola: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros." «Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento." Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan." El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán." Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite."»


Oración introductoria


Señor, ayúdame a no dejar que mis pasiones me aparten del camino del amor. Quiero amarte en los demás, sin condiciones, sin límites egoístas. Quiero que mi inteligencia pueda creer en Ti como en él único que no engaña y que mi libertad siempre te elija a Ti, como lo único que colma mis ansias y anhelos, ahora y en la eternidad.


Petición


Jesús, que esta meditación me ayude a comprender que la verdadera caridad es aquella que se dirige a todos sin distinciones, es aquella que va hasta las últimas consecuencias, es aquella que no tiene medida.


Meditación del Papa Francisco


Cierto: debemos tener siempre bien presente que nosotros estamos justificados, estamos salvados por gracia, por un acto de amor gratuito de Dios que siempre nos precede; solos no podemos hacer nada. La fe es ante todo un don que hemos recibido. Pero para dar fruto, la gracia de Dios pide siempre nuestra apertura a Él, nuestra respuesta libre y concreta. Cristo viene a traernos la misericordia de Dios que salva. A nosotros se nos pide que nos confiemos a Él, que correspondamos al don de su amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y por el amor. Queridos hermanos y hermanas, que contemplar el juicio final jamás nos dé temor, sino que más bien nos impulse a vivir mejor el presente. Dios nos ofrece con misericordia y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerle en los pobres y en los pequeños; para que nos empleemos en el bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor. Que el Señor, al final de nuestra existencia y de la historia, nos reconozca como siervos buenos y fieles. (S.S. Francisco, 24 de abril de 2013)


Reflexión


Se cuenta que, en una ocasión, Sócrates paseaba por el mercado principal de la ciudad de Atenas. Y, al verlo, uno de sus discípulos le preguntó: "Maestro, hemos aprendido contigo que todo sabio lleva una vida simple y austera. Pero tú no tienes ni siquiera un par de zapatos". "Correcto" –respondió Sócrates—. El discípulo continuó: "Sin embargo, todos los días te vemos en el mercado principal, admirando las mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que puedas comprarte algo?". "¡Ah no!, tengo todo lo que deseo" –dijo Sócrates— "pero me encanta ir al mercado para ver que sigo siendo completamente feliz sin todo ese amontonamiento de cosas". No es más feliz el que tiene muchas cosas, sino el que no necesita de ellas.


El pasaje de hoy es una continuación temática del Evangelio del domingo pasado. Hace ocho días, a propósito de la parábola del administrador infiel, reflexionábamos en el peligro de las riquezas, no porque éstas sean malas, sino por las consecuencias tan deplorables que a veces ellas llevan consigo. No podéis servir a Dios y al dinero, nos decía Jesucristo. Y la parábola de hoy es una clarísima ejemplificación de esta enseñanza.


El rico epulón es ese tipo avaro y egoísta a quien no le importan la pobreza ni la indigencia del pobre. Se pasaba sus días banqueteando espléndidamente, con un derroche escandaloso de lujos, gozando de su abundancia y de sus desenfrenos. Mientras que el pobre Lázaro yacía postrado en el portal del palacio del rico, "cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que tiraban de su mesa, pero nadie se lo daba". Su riqueza le hizo totalmente frío e insensible ante las necesidades más elementales y apremiantes del mendigo.


Incluso los perros se mostraban más compasivos que el avaro aquel.

La avaricia, el abuso y la indiferencia a la que conducen las riquezas se ha visto en todas las épocas de la historia de la humanidad. Ya el profeta Amós nos pinta con vivísimos colores la situación de la sociedad de Israel ocho siglos antes de la venida de Cristo: ¡Ay de vosotros, los ricos, que os acostáis en lechos de marfil y coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo; canturreáis al son del arpa, bebéis vinos delicados, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de los desastres de los pobres! Por eso, iréis al destierro, a la cabeza de los cautivos (Am 6, 4-7).


El problema no es, en sí, el hecho de comer bien y de gozar de las propias riquezas. Eso sería un pecado de gula que, al fin y al cabo, sería más fácilmente excusable. Lo verdaderamente grave y casi imperdonable es esa total despreocupación y aterradora indiferencia ante la desgracia del prójimo, mientras que muchos ricos nadan en sus lujos y vanidades, derrochando el dinero de una manera obscena y escandalosa.


También hoy en día sucede algo parecido. Ese rico epulón de la parábola pueden ser hoy los países ricos de Occidente, que se ahogan en el consumismo y en la abundancia, y que, con sus sistemas económicos, esclavizan tiránicamente a tanta pobre gente del África y de los países en vías de desarrollo. Éstos se mueren de hambre y se hallan desprovistos de los medios más indispensables para vivir con una cierta dignidad.


Pero yo no me refiero ahora sólo a estos casos. Tal vez en nuestras propias colonias y comunidades conocemos a algunas personas que viven en extrema pobreza y pasan apremiantes necesidades en su cuerpo o en su alma. A lo mejor los vemos todos los días en la calle, en las esquinas de las grandes avenidas pidiendo alguna caridad, o enfrente de los semáforos ganándose la vida como pueden, esperando de nosotros algunas monedas. Y quizá pasamos a su lado y nos encogemos de hombros pensando en que ése no es nuestro problema, y no movemos ni un solo dedo para socorrerlos. A muchos los vemos postrados, como el pobre Lázaro, y tal vez no nos compadecemos de ellos ni les damos siquiera las migajas que caen de nuestra mesa.


Pero fijémonos muy bien en la suerte final –¡tan diferente!— del uno y del otro. El rico murió "y lo enterraron". Quedó sepultado en la tierra y todos sus bienes se pudrieron juntamente con él. En cambio, el pobre Lázaro fue llevado al seno de Abraham, a gozar de la gloria de Dios. El primero recibió sus bienes en vida y, despúes de la muerte, fue a parar al infierno para purgar sus culpas y sus pecados; mientras que el pobre, que sólo recibió males en vida, fue llamado a recibir su recompensa en el cielo.

Cristo nos habló centenares de veces en el Evangelio acerca del cielo y del infierno, como premio o castigo de nuestras obras. No es un cuento de niños ni un invento de la Iglesia. Es una verdad fundamental de nuestra fe. De lo contrario, ¿a qué vino Jesucristo a la tierra? ¿Para qué se encarnó, abrazó los terribles sufrimientos de su pasión y murió en la cruz? Para salvarnos, ¿de qué? Si no hay un infierno y un cielo, todo eso no tiene ningún sentido.


El rico epulón fue condenado a las llamas del infierno por su egoísmo, su indiferencia y por no haber ofrecido su ayuda al pobre; no por haber sido un ladrón o un asesino, sino por su gravísimo pecado de omisión. Su culpa fue el haber pasado la vida entera sin pensar en los demás y el no haber abierto sus entrañas al necesitado. Ojalá que a nosotros no nos suceda lo mismo. Recordemos aquello que solía repetir san Juan de la Cruz: "En el atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor".


Propósito


Hagamos el bien a los demás ahora, mientras podemos; ganemos muchos méritos para el cielo mientras Dios nos concede este tiempo para ayudar a nuestros hermanos y tender una mano caritativa y generosa al necesitado. Entonces, al final de nuestra vida, seremos recibidos en las moradas eternas y gozaremos para siempre de la presencia y del amor de Dios, nuestro Padre.



September 28, 2013 at 11:44PM

10:52 a.m.
¡Ay de los que se sienten seguros en Sión y de los que viven confiados en la montaña de Samaría, esos notables de la primera de las naciones, a los que acude la casa de Israel! Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes, comen los corderos del rebaño y los terneros sacados del establo. Improvisan al son del arpa, y como David, inventan instrumentos musicales; beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina de José. Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos. September 27, 2013 at 05:00PM

10:52 a.m.
Y su justicia da a los oprimidos, proporciona su pan a los hambrientos. El Señor deja libres a los presos. el Señor da la vista a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados, el Señor ama a los justos; Da el Señor protección al forastero, y reanima al huérfano y a la viuda, mas desvía el camino de los malvados. El Señor reina para siempre, tu Dios, Sión, de generación en generación. ¡Aleluya! September 27, 2013 at 05:00PM

10:52 a.m.
En lo que a ti concierne, hombre Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio buen testimonio ante Poncio Pilato: observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que hará aparecer a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. ¡A él sea el honor y el poder para siempre! Amén. September 27, 2013 at 05:00PM

10:52 a.m.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'". September 27, 2013 at 05:00PM

11:24 p.m.
Del santo Evangeli según san Lucas 9, 43-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.


Oración Introductoria


Ven Espíritu Santo, ilumina mi mente y mi voluntad para que nunca tema acercarme a mi Padre celestial en la oración. Hazme dócil a tus inspiraciones y ayúdame a corresponder a ellas con generosidad.


Petición


Jesús, ayúdame a entender, y a vivir, lo que hoy me quieres decir en esta oración.


Meditación del Papa Francisco


La novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere. (S.S. Francisco, 30 de marzo de 2013)..


Reflexión


Los discípulos de Jesús estaban asustados y no se atrevían ni a preguntar por el significado de sus palabras. Hablar de muerte no es fácil a nadie, porque es enfrentarse con el misterio y lo que nos trasciende no tiene explicación, sino que hay que aceptarlo en la fe y en la confianza. Jesús aceptó la muerte desde el abandono en su Padre y sólo así fue capaz de atraer sobre nosotros la salvación.


¡Cuántas veces nosotros nos perdemos en preguntas y cuántas otras no somos capaces ni de cuestionarnos por miedo a la respuesta!. Dios nos sorprende siempre en su infinito amor, y es la confianza y el amor lo que nos tiene que mover en la vida porque el temor paraliza y nos deja sin fuerzas para actuar. El que ama ha pasado de la muerte a la vida; por eso echemos fuera el miedo y vivamos en la plenitud del amor.


Propósito


Rezar una oración por el día de mi muerte porque solo Dios conoce el día y la hora que estaremos en su Presencia.


Diálogo con Cristo


Padre del Cielo y de la tierra, que no abandonas nunca la obra de tus manos, te pedimos alejes de nosotros todo temor, para que viviendo en la plenitud de tu amor sepamos dar testimonio de tu bondad y así nos hagamos creíbles ante los hombres.



September 27, 2013 at 11:02PM

Hermanos Franciscanos

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