
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra.
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