
Tú, Señor, reinas para siempre, y tu Nombre permanece eternamente. Tú te levantarás, enternecido por Sión, pues ya es tiempo que de ella te apiades, ya ha llegado la hora; tus servidores sienten amor por esas piedras y se compadecen de esas ruinas. Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria: cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella; cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria. Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor: porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo, para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte.
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