“...El que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación...le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas... Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí y sujetado por mi amor y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en Él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría y maravillas de Dios que están encerradas en Él, según mi apóstol dice: “...Cristo, en quien se encierran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.” (Col 2,3) los cuáles tesoros de la sabiduría serán para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo apóstol, diciendo que “nunca entre vosotros me precié de conocer otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1Cor 2,3) Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o corporales, mírale a Él también humanado, y hallarás en eso más que piensas, porque también dice el apóstol: “Porque es en Cristo hecho hombre en quien habita la plenitud de la divinidad” (Col 2,9). No conviene, pues, ya preguntar a Dios de aquella manera, ni es necesario que ya hable, pues, acabando de hablar toda la fe en Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás. April 03, 2014 at 04:00PM
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