Ártículos Más Recientes

11:39 p.m.

Por: H. Michael Vargas, L.C | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ayúdame a descubrir tu cercanía de Padre en cada momento de mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 10, 21-24

En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Como sería nuestra vida, si reconociésemos que no estamos solos…

Que sería de nosotros si tan sólo por un momento, ante la vida que se nos escapa volando, decidimos detenernos y abrimos los ojos de nuestra alma y nuestro corazón. Quizá la vida continúe, pero nuestra manera de vivir podría cambiar, ¿Por qué? Sólo por el hecho de contemplar y darnos cuenta de que realmente no estamos solos, nos daríamos cuenta de que tenemos la compañía de un Padre que nos protege, nos guía, nos ama y quiere nuestro bien.

En el Evangelio de hoy, podemos contemplar los sentimientos del corazón de Jesús. Él ya ha hecho la experiencia; se siente hijo y sabe que, como todo hombre, tiene un Padre, al cual puede dirigirse en todo momento, sea bueno o sea malo, sea alegre o sea triste, pues hay un momento para todo y es necesario que en nuestro caminar por la vida también se den momentos de encuentro con Dios, pues Él está ahí, a la espera, con los brazos abiertos como lo hace un verdadero Padre.

Si contemplamos nuevamente los sentimientos del corazón de Jesús en este Evangelio, veremos como Él es consciente y en cinco ocasiones menciona a su Padre: En la primera le agradece, en la segunda se suma a su voluntad como hijo y en las demás, se une a Él y reconoce que nada sería de Él sin su Padre; todo ello como fruto de un verdadero amor filial.

Todas nuestras necesidades, desde aquellas más cotidianas y evidentes, como la comida, la salud, el trabajo, hasta aquellas más trascendentales como ser perdonados y sostenidos en la tentación, no son el espejo de nuestra soledad: en cambio, hay un Padre que siempre nos mira con amor, que nunca nos abandona".
(Catequesis Papa. Francisco, 7 de junio de 2017)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Tomaré unos minutos en mi día para poder dialogar con Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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10:49 a.m.
En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor -y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas. El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá; la vaca y la osa vivirán en companía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey. El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano el niño apenas destetado. No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.

10:49 a.m.
Para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. Que perdure su nombre para siempre y su linaje permanezca como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz.

10:49 a.m.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".

10:49 a.m.
    ¡Ven, Señor, «sálvame y seré salvado»! (Jr 17,14). Ven, «que brille tu rostro y nos salve» (Sl 79,4). Te hemos esperado, «sé nuestra salvación en el tiempo de la tribulación» (Is 33,2). Es con este deseo que los profetas y los justos iban al encuentro de Cristo; con un tal deseo y un tal amor que hubieran querido, a ser posible, ver ya con sus ojos lo que ya veían en su espíritu. Por eso el Señor decía a sus discípulos: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y justos quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron». También Abraham, nuestro padre «exultó de gozo pensando ver el día» de Cristo; «lo vió», aunque en el país de los muertos «y se alegró de ello» (Jn 8, 56).     Ahí tenemos de qué nos enrojecer viendo la tibieza y la dureza de nuestro corazón, si no experimentamos el gozo espiritual el día del aniversario del nacimiento de Cristo que se nos promete ver muy pronto, si Dios quiere. De hecho, parece que la Escritura nos exige que nuestro gozo sea tan grande como nuestro espíritu, elevándose por encima de sí mismo, arda y se lance al encuentro de Cristo que viene, y adelantándose con el deseo, sin retardar, se esfuerce en ver ya ahora al que ha de venir.

Hermanos Franciscanos

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