El Señor hizo un juramento a David, una firme promesa, de la que no se retractará: «Yo pondré sobre tu trono a uno de tus descendientes. Si tus descendientes observan mi alianza y los preceptos que yo les enseñaré, también se sentarán sus hijos en tu trono para siempre.» Porque el Señor eligió a Sión, y la deseó para que fuera su Morada. «Este es mi Reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado. Allí haré germinar el poder de David: yo preparé una lámpara para mi Ungido. Cubriré de vergüenza a sus enemigos, y su insignia real florecerá sobre él.»
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