Mi alma suspira y hasta languidece por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne gritan de alegría al Dios que vive. Hasta el pajarillo encuentra casa, y la alondra un nido, donde dejar sus polluelos: cerca de tus altares, Señor Sabaot, ¡oh mi Rey y mi Dios! Felices los que habitan en tu casa, se quedarán allí para alabarte. Mira, oh Dios, nuestro escudo, contempla la cara de tu ungido. Vale por mil un día en tus atrios, y prefiero quedarme en el umbral, delante de la casa de mi Dios antes que compartir la casa del malvado. February 09, 2014 at 05:00PM
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