Ártículos Más Recientes

11:26 a.m.


Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio. Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano. Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran. Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día. Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia. Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade. Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: "Ven hasta Macedonia y ayúdanos". Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos.

11:26 a.m.


Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. Reconozcan que el Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. ¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones.

11:26 a.m.


Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»

11:26 a.m.


Cuando seremos abandonados de los hombres, tentados por el diablo, cundo Dios se esconderá de nosotros, o sufrimos todos los dolores del cuerpo y del alma, demos gracias a Dios. En ese día “¡Alégrense y regocíjense!” (Lc 6.23) porque estamos caminando de la mano de Jesús (…). Cuando recemos día y noche y sin embargo estemos en la oscuridad, el dolor, el sufrimiento amargo o cuando recemos por motivos que es necesario rezar y no somos escuchados…y el mal, el mal moral, el pecado, sigue inundando fuera y dentro de nosotros, demos gracias a Dios. En ese día “¡Alégrense y regocíjense!” (Lc 6.23) porque estamos caminando de la mano de Jesús. Cuando seremos menospreciados por todos como el último de los hombres, cuando nos tiran piedras en sentido real o figurado o si los desconocidos nos ignoran y los que nos conocen juegan y nos desdeñan, si nos calumnian, nos desprecian, demos gracias a Dios. En ese día “¡Alégrense y regocíjense!” (Lc 6.23) porque estamos caminando de la mano de Jesús. Cuando se burlarán de nosotros o nos llenen de injurias en la calle, si pasando cerca nos ponen en ridículo o dicen palabras ofensivas o groseras…, demos gracias a Dios. En ese día “¡Alégrense y regocíjense!” (Lc 6.23) porque estamos caminando de la mano de Jesús.

11:30 a.m.


En aquellos días, los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós". Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta. Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba.

Hermanos Franciscanos

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