
Vean, mis hijas, la fidelidad que deben tener hacia Dios. El ejercicio de su vocación consiste en el recuerdo frecuente de la presencia de Dios; y para facilitarlo sírvanse del sonido que el reloj les dará, y entonces hagan algún acto de adoración. Hacer este acto, en sus corazones: «Dios mío, te adoro», o bien: «mi Dios, eres mi Dios», «mi Dios, te amo con todo mi corazón», «quisiera, oh Dios, que todo el mundo te conozca y te honre, para honrar los desprecios que sufriste en la tierra». Al comienzo de su acto, pueden cerrar los ojos para recogerse.
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