
Sí, pasando de la increencia a la fe, hemos «pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24) no debemos, pues, extrañarnos de que el mundo nos odie. Porque todos aquellos que no han pasado de la muerte a la vida, sino que permanecen en la muerte, no pueden amar a aquellos que han pasado de la morada tenebrosa de la muerte... a los «edificios hechos de piedras vivientes»(1P 2,5) donde reina la luz de la vida... Para nosotros, los cristianos, ha llegado el tiempo de gloriarnos, porque se nos dice: «Nosotros nos gloriamos en las tribulaciones, porque sabemos que la tribulación engendra la paciencia, la paciencia la virtud probada, la virtud probada engendra esperanza, y la esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm, 5, 3-5)... «De la misma manera que participamos ampliamente en los sufrimientos de Cristo, igualmente, por Cristo, rebosamos de consuelo» (2Co 1,5). Acojamos, pues, con gran fervor los sufrimientos de Cristo; que nos sean concedidos en abundancia si es que queremos ser abundantemente consolados, porque «todos los que lloran serán consolados» (Mt 5,5)... Los que participen de los sufrimientos participarán también de la consolación en proporción a los sufrimientos que les hacen participar de Cristo. Aprendedlo del apóstol que ha dicho confiado: «Sabemos que si sois compañeros en el sufrir también lo sois en la consolación» (2Co 1,7).
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