
Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, hagan oír bien alto su alabanza: él nos concedió la vida y no dejó que vacilaran nuestros pies. Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí: apenas mi boca clamó hacia él, mi lengua comenzó a alabarlo. Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia.
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