He aquí la hora en que aparece la luz bendita de Cristo; los rayos puros del Espíritu se levantan y el cielo abre los tesoros de la gloria divina. La noche vasta y oscura es engullida, las tinieblas espesas se dispersan, la sombra triste de la muerte se ahoga en la sombra. La vida estalla sobre el mundo; todo se llena de una luz infinita. La Aurora de las auroras sube sobre la tierra, y "el que existía antes que la estrella de la mañana" (Sal. 109,3), antes que los astros, inmortales e inmensos, Cristo, brilla por encima de todos los seres más que el sol. Para nosotros que creemos en él se instaura un día de luz, pleno, eterno, que nada apagará: es la Pascua mística, celebrada en prefiguración por la Ley, cumplida de verdad por Cristo, Pascua magnífica, la maravilla de la fuerza de Dios, obra de su poder, la fiesta verdadera, el memorial eterno: la liberación de todo sufrimiento nace de la Pasión, la inmortalidad nace de la muerte, la vida nace de la tumba, la curación nace de la herida, el levantamiento nace de la caída, la ascensión nace del descenso a los infiernos … Son las mujeres las que primero lo vieron resucitado. Así como una mujer había introducido la primera el pecado en el mundo, de igual manera ella es portadora, la primera todavía, de la noticia de la vida. Por eso ellas escuchan estas palabras sagradas: "¡Mujeres, alegraos!" (Mt 28,9 griego,) con el fin de que la primera tristeza sea absorbida por la alegría de la resurrección… Vieron la maravilla, la naturaleza humana unida con la de Dios, y clamaron a su regreso: "¿Quién es este Rey de gloria?" Otros respondieron:"El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de gloria, fuerte, valiente y poderoso en el combate" (Sal. 23,7s LXX). April 17, 2014 at 05:00PM
Publicar un comentario