Pero hay algo que me conmueve más, me apremia más y que inflama todavía más: es, buen Jesús, el cáliz que bebiste; la obra de nuestra redención. Ella reclama sin duda, espontáneamente, todo nuestro amor. Cautiva toda la dulzura de nuestro corazón, le exige con la justicia más estricta, le compromete con mayor rigor y le afecta con mayor vehemencia. Porque le exigió muchos sufrimientos al Salvador. No le costó tanto la creación del universo entero: él lo dijo, y existió; él lo mandó y surgió. Pero ahora tendrá que soportar a cuantos se oponen a su doctrina, a los que espían sus obras, a los que le insultan entre tormentos y lo vituperan por su muerte.Mira cómo amó. No olvides que su amor no fue mera devolución, sino una entrega total. ¿Quién le ha prestado para que le devuelva? (Rm 11, 35). Como dice el Evangelista Juan, no porque amáramos nosotros a Dios, sino porque él nos amó primero (1Jn 4,10). Amó a quienes aún no existían, y amó incluso a los que rechazaban su amor. Así lo afirma la autoridad de Pablo: Cuando éramos enemigos de Dios, nos reconcilió con él por la muerte de su Hijo (Rm 5, 10). Si no hubiese amado a sus enemigos no los tendría por amigos; como tampoco existirían aquellos a quienes amó de esta manera, si no los hubiese amado antes. April 01, 2014 at 04:00PM
Publicar un comentario