¡Señor, cuántos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí! ¡Cuántos los que me dicen: «Ya no tienes en Dios salvación»! Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria, el que levanta mi cabeza. Tan pronto como llamo al Señor, me responde desde su monte santo. Yo me acuesto y me duermo, y me levanto: el Señor me sostiene. No le temo al pueblo que me rodea, que por todas partes me amenaza. November 17, 2013 at 05:00PM
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