Ártículos Más Recientes

10:43 a.m.


Hermanos: Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito. Lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico entre los paganos, en particular a los dirigentes para asegurarme que no corría o no había corrido en vano. Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos. Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos. Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los paganos y ellos de los judíos. Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer. Pero cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible. En efecto, antes que llegaran algunos enviados de Santiago, él comía con los paganos, pero cuando estos llegaron, se alejó de ellos y permanecía apartado, por temor a los partidarios de la circuncisión. Los demás judíos lo imitaron, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por su simulación. Cuando yo vi que no procedían rectamente, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: "Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?".

10:43 a.m.


Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".

10:43 a.m.


La consideración de tus faltas es absolutamente verdadera. Las faltas provenientes de la debilidad, y realmente detestadas, no le impiden a Dios de amarnos sino que aumentan su Compasión: «Como un Padre tiene compasión por sus hijos, así Dios tiene compasión por quienes Le temen…pues él sabe bien que polvo somos» (Sal 102:13-14b). La gran devoción de San Pablo era el presentarse ante el Padre celestial con todas sus discapacidades, y como solía siempre mirarse como un miembro de Jesucristo, sus discapacidades eran las de Cristo: «con sumo gusto seguiré vanagloriándome, sobre todo en mi debilidad, para que se manifieste en mí la fuerza de Cristo» (2Cor 12:9). Esfuércense en llenarse de este espíritu de confianza de niño ante Dios. Me parece que entre más estoy íntimamente unido a nuestro divino Señor, más Él mismo me atrae hacia su Padre- y más me quiere llenar de su espíritu filial. Este es todo el espíritu de la Nueva Ley: «Ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; más bien, han recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá Padre!»(Rm 8:15).

Hermanos Franciscanos

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