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3:37 a.m.
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               *”Verbum Spei”*

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*17° Domingo Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Mateo 13 44-52*


En aquel tiempo Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y lleno de alegría va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que al encontrar una perla muy valiosa va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí». Entonces él les dijo: «Por eso todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante a un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas».



*Reflexión:*

El tesoro, el más valioso don que el hombre puede codiciar, por muy grande que sea su ambición. Por eso el que lo encuentra, el que descubre su valor, ese lo sacrifica todo por obtenerlo. Nada vale como ese tesoro y quien lo consigue tiene ya todo cuanto se puede desear. Es el mayor bien que existe o que pueda existir. Una perla preciosa que colma las más grandes exigencias del corazón humano. Dios quiera que lo descubramos, ojala deseemos poseer ese tesoro que el Señor nos ofrece, entrar en el Reino de los cielos. Cuando comprendamos lo que eso significa, entonces todo nos parecerá poco para llegar a poseerlo.

La alegría, la dicha, la felicidad, la paz, el gozo, el bienestar, el júbilo, la bienaventuranza. Ahora, ya en esta vida aunque sea de forma parcial e incoada. Una primicia que, sin serlo todo, es más que suficiente para que, aunque sea entre lágrimas, brille siempre una sonrisa y florezca la esperanza, también cuando todo nos haga desesperar. Inicio del gozo eterno que un día concederá Dios a quienes le permanezcan fieles, aún con altibajos, hasta el final. Entonces podremos abrir del todo ese cofre que contiene nuestro más preciado tesoro y disfrutar para siempre del Bien supremo, contemplando la Belleza sin fin y comprendiendo la Verdad esplendente que es Dios mismo.



*Oración:*

Señor Jesús, dame la gracia, de que seas Tú el tesoro y la perla de mi vida. Concédeme la gracia de encontrarte dentro de mí, porque sé que allí habitas. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me impide llegar hasta Ti y jamás permitas que te venda, te intercambie por cosas, relaciones o placeres de poco valor. Amén.


*Acción:*

*Acción:*

Hoy dedicaré un poco de mi tiempo para leer en algún momento el salmo 15.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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11:31 p.m.

Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero, Señor, estar contigo en este momento. Te necesito más que a nadie. Te pido me ayudes a ser cada día mejor. Dame la gracia de hacer una experiencia profunda de Ti y de tu amor. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Pongo en tus manos, mi vida, mi familia, mis intenciones. Ayúdame a serte siempre fiel y buscar en todo momento cumplir tu santísima Voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 13,44-52

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?". Ellos le contestaron: "Sí". Entonces él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".

Palabra del señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Qué distinto puedo leer este pasaje cuando tengo presente que el Reino eres Tú. Tú eres el Reino que prometes a los que te siguen con confianza y decisión, eres la heredad de los que se entregan a tu servicio.

Entonces, sabiendo que eres el Reino, te puedo comparar con ese tesoro o esa perla por la que vale la pena dejarlo todo para obtenerlo. Pero necesito conocer el valor de ese tesoro, el peso de esa perla; necesito encontrarla y hacer la experiencia.

Las perlas se encuentran originalmente dentro de alguna concha en el fondo del mar. Esa imagen me puede servir para saber dónde encontrarte. En realidad no hace falta que te busque fuera, Tú habitas dentro de mí. Debo sumergirme en mi interior y allí, en lo más hondo de mi alma, puedo encontrarte. Pero necesito silencio, necesito bajar y dejarme guiar por la voz del Espíritu Santo para así llegar hasta Ti y descubrirte. No te encuentro en las cosas superficiales que me ofrece el mundo, en el ruido de las discotecas, las noticias de la farándula o las series de TV. Al mundo le interesa que me quede sólo con las playas exóticas, o tal vez, con los corales y los peces de colores, pero que nunca me atreva a bajar y buscarte.

Los tesoros también se hayan enterrados. Para sacar un tesoro se debe sacar la tierra, las piedras, las cosas que impidan extraerlo. En mi vida, para encontrarte a Ti, es necesario quitar, sacar, arrancar todo aquello que no me deje encontrarte. Las piedras de mi soberbia, las malas hierbas de mi desconfianza, las arena de mi falta de fe. Pero esto se saca porque se sabe, se cree, que ahí abajo estará el tesoro. Y Tú nunca defraudas. El mundo, por el contrario, no quiere que rompa mi piso y escarbe en la intimidad. Él asfalta, pavimenta, embaldosa, y si es posible pone tapetes con tal de que no vaya al fondo. Me invita a los tesoros momentáneos, y a veces, falsos, de los placeres, de las vanidades, de los engaños, de las mentiras.

Dame la gracia, Jesús, de que seas Tú el tesoro y la perla de mi vida. Permíteme encontrarte dentro de mí, porque sé que allí habitas. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me impide llegar hasta Ti y jamás permitas que te venda, te intercambie por cosas, relaciones o placeres de poco valor.

"Somos sólo recipientes de barro, pero custodiamos dentro de nosotros el tesoro más grande del mundo. Los corintios sabían bien que era torpe preservar algo precioso en recipientes de barro, que eran baratos, pero se agrietaban fácilmente. Tener en su interior algo de precioso quería decir correr el riesgo de que se perdiera. Pablo, pecador agraciado, humildemente reconoce ser frágil como un recipiente de barro. Pero ha experimentado y sabe que está precisamente ahí, donde la miseria humana se abre a la acción misericordiosa de Dios, el Señor obra maravillas. Así obra la "extraordinaria potencia" de Dios. Confiado en esta humilde potencia, Pablo sirve al Evangelio".
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de febrero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy leeré en algún tiempo el salmo 15.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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10:52 a.m.
El Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Y le dijo: "Pídeme lo que quieras". "Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?". Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, y Dios le dijo: "Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti."

10:52 a.m.
El Señor es mi herencia: yo he decidido cumplir tus palabras. Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata. Que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste. Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré, porque tu ley es toda mi alegría. Yo amo tus mandamientos y los prefiero al oro más fino. Por eso me guío por tus preceptos y aborrezco todo camino engañoso. Tus prescripciones son admirables: por eso las observo. La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante.

10:52 a.m.
Hermanos: Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.

10:52 a.m.
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

Hermanos Franciscanos

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