Ártículos Más Recientes

1:34 a.m.
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               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza”_

         

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*28° Domingo Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Lucas 17, 11-19*
En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

*Reflexión:*

El leproso en tiempo de Jesús era tratado como un muerto en vida y se le obligara a vestir como se vestía a los muertos: ropas desgarradas, cabelleras sueltas, barba rapada. No se les permitía habitar dentro de ciudades amuralladas, pero sí en las aldeas con tal de no mezclarse con sus habitantes. Por eso, vivían en las afueras de los pueblos. Todo lo que ellos tocaban se consideraba impuro, por lo que tenían obligación de anunciar su presencia desde lejos. Eran “impuros” ritualmente y vivían una especie de vida de excomulgados. Existen en nuestro mundo, y tal vez en nuestra Iglesia, otras lepras y otros leprosos con los que nadie quiere juntarse…..Son los que el Papa Francisco llama “los descartados”. Son las personas rechazadas en el mundo y expulsadas de la comunidad. Sin embargo, la curación de los leprosos se presenta en los evangelios como señal mesiánica y cumplimiento de las promesas que ya anunció Isaías. La Iglesia debería ser el “hospital de campaña” que pide el Papa Francisco para atender a aquellos que nadie quiere, a aquellos con los que nadie quiere juntarse.

*Oración:*

Señor Jesús, gracias por todo lo que nos das en la vida, tal vez somos igual como aquellos leprosos que después que nos curas nos olvidamos de ti, pero tu bondad es inmensa que nos perdonas todas las cosas que hacemos en especial cuando nos alejamos de ti; Gracias Señor por las cosas buenas que me das en el hogar y en el trabajo. Amén.
*Acción:*

A partir de hoy daré gracias a Dios siempre con humildad y agradecimiento, porque toda persona debe ser siempre agradecida.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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12:25 a.m.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Dios mío. Gracias por ser quien eres, por ser un Padre tan bueno. Gracias por llevarme por los caminos que más me convienen y por darme todo lo que necesito. Gracias por enviar a tu Hijo Jesucristo para salvarme. Bendito seas por ser tan bueno; ayúdame a reconocer y corresponder siempre a tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?”. Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Dar las gracias es una clara señal de buena educación. Pero es más que sólo eso. La gratitud es un tesoro que sale del fondo del corazón y nos hace más humanos, también de cara a Dios.

Agradecer es reconocer el bien que se recibe. Alguien nos cede el paso, o nos ayuda con una carga pesada, y decimos gracias porque apreciamos ese acto bueno hacia nosotros. Al terminar los estudios en la universidad agradecemos a los profesores que nos han ayudado en la carrera. O bien, el día de la madre agradecemos con un regalo todo lo que nuestra mamá ha hecho por nosotros… Y con una palabra tan corta, o con un gesto muy sencillo, expresamos que nos dimos cuenta, que apreciamos la persona que nos hizo el favor, a nuestro profesor o a nuestros papás…

Si la gratitud es algo que vale tanto entre nosotros, con mucha más razón debe valer con Dios. ¡Cuántas cosas buenas nos ha dado el Señor! De Él hemos recibido la vida, la salud, la comida, un mundo tan maravilloso en el que vivimos, la fe, una llamada personal en la fe y una misión en la Iglesia…

Cada día recibimos tanto, sólo hace falta un poco de atención para darnos cuenta, como el leproso que quedó curado, de que Alguien nos dio un regalo… Y cuando agradecemos, abrimos el corazón para recibir algo mucho más grande: la salvación.

"La gente seguía a Jesús por conveniencia, sin demasiada pureza en el corazón, quizá por el querer ser más buenos. En dos mil años el escenario no ha cambiado mucho. También hoy muchos escuchan a Jesús como esos nueve leprosos del Evangelio que, felices con su sanación, se olvidan que de Jesús les había devuelto la salud".

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2014, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Antes de comer, daré las gracias con mi familia por todas las cosas buenas recibidas de Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:12 a.m.
Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor". Pero Eliseo replicó: "Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada". Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó. Naamán dijo entonces: "De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor.

11:12 a.m.
Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Is rael. Todos, hasta los confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios. se acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Is rael. Todos, hasta los confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios. se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

11:12 a.m.
Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.

Hermanos Franciscanos

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