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12:13 a.m.

Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.

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Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo Jesús habló diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

Oración introductoria
Oh, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, limpia mi conciencia para que pueda convivir permanente con tu gracia, te lo pido por intercesión de la Inmaculada Virgen María que supo actuar siempre de cara a la verdad.

Petición
Jesús, ayúdame a vivir según esta regla: «Es bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de Dios, y malo lo que me estorba».

Meditación del Papa Francisco

El pueblo se lamenta delante del Señor porque no escucha sus ayunos. Es necesario distinguir entre el ayuno formal y el real. Para el Señor no es ayuno no comer carne y después pelear y explotar a los trabajadores. Por esto Jesús condenó a los fariseos porque hacían muchas observancias externas, pero sin la verdad del corazón.

Sin embargo, el ayuno que quiere Jesús es el que rompe las cadenas injustas, libera a los oprimidos, viste a los desnudos, hace justicia. Este es el verdadero ayuno, el ayuno que no es solamente externo, una observancia externa, sino que es un ayuno que viene del corazón. […] No es buen cristiano el que no es justo con las personas que dependen de él. Y no es buen cristiano el que no se despoja de lo necesario para él para dar al que lo necesita. Es esto, es doble, a Dios y al prójimo, es decir, es real, no es meramente formal. No es no comer carne solamente el viernes, hacer algo, y después hacer crecer el egoísmo, la explotación del prójimo, la ignorancia de los pobres. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de febrero de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
Las severas advertencias de Jesús contrastan con la imagen que todos tenemos de Él. El buen pastor, el que va en busca de los pecadores y cura enfermedades, el que da el pan a los que tienen hambre, el que no juzga sino que perdona, incluso a sus enemigos y a los que le maltratan... ¿cómo es posible que sea Él mismo el que se muestre inflexible y hasta agresivo ante los fariseos y escribas?

¡Hasta cuándo he de soportaros! Exclamó Jesús... y no es para menos. Porque cuando juzgamos excesiva la reacción del maestro, ¿no será acaso porque no tenemos en cuenta todo lo que Él ha hecho por aquellos hombres? Sin embargo, su respuesta fue la incredulidad más hiriente y ciega. Resistir a la gracia, al Amor, quizás es el pecado más grande...

A veces, nos salta la tentación de juzgar también nosotros al Señor. No creemos que lo que nos ocurre sea justo. Nos parece excesivo, insoportable un problema, una enfermedad o la situación familiar de un amigo. Culpamos a Dios de todo esto y le negamos en nuestro interior porque Él no evitó tal circunstancia o no escuchó nuestras oraciones.

Quizás, si somos de verdad sinceros con nosotros mismos, nos comportamos con la misma dureza con la que creemos se comportó Jesús.

Propósito
Buscar «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.

Diálogo con Cristo
Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado.

 

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11:38 a.m.
Ustedes saben muy bien, hermanos, que la visita que les hicimos no fue inútil. Después de ser maltratados e insultados en Filipos, como ya saben, Dios nos dio la audacia necesaria para anunciarles su Buena Noticia en medio de un penoso combate. Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben -y Dios es testigo de ello- que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer. Al contrario, fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos.

11:38 a.m.
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla.

11:38 a.m.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

11:38 a.m.
     ¡Oh Dios mío, cuán admirable es tu amor para con nosotros! ¡Sois infinitamente digno de ser amado, alabado y glorificado! Nosotros, de ninguna manera tenemos corazón ni espíritu que sea digno de ello; pero vuestra sabiduría y vuestra bondad nos han dado un medio para ello: nos habéis dado el Espíritu y el corazón de vuestro Hijo para ser nuestro propio espíritu y nuestro propio corazón, según la promesa que nos habéis hecho por vuestro profeta: «Os daré un corazón nuevo, os infundiré un espíritu nuevo» (Ez 36,26). Y para que conociéramos cuál es este corazón y este espíritu nuevo, habéis añadido: «Pondré mi Espíritu» que es mi corazón, «en vosotros» (v. 27). Tan sólo el Espíritu y el corazón de Dios son dignos de amar y alabar a Dios, capaces de bendecirlo y amarlo tanto como se debe. Por eso nos habéis dado vuestro corazón, el corazón de vuestro Hijo Jesús, y también el corazón de su divina madre y el de todos los santos y el de los ángeles que, todos juntos, no hacen sino un solo corazón, tal como pasa con la cabeza y los miembros, que no son sino un solo cuerpo (Ef 4,15)...      Renunciad, pues, hermanos a vuestro propio corazón, a vuestro propio espíritu, a vuestra propia voluntad y a vuestro amor propio. Daos a Jesús para poder entrar en la inmensidad de su corazón que contiene el de su madre y el de todos los santos, para poderos perder en este abismo de amor, de humildad y de paciencia. Si amáis a vuestro prójimo y tenéis un acto de caridad para hacer, amadle y haced por él lo que debáis en el corazón de Jesús. Si se trata de humillarse, que sea con la humildad de este corazón. Si se trata de obedecer, que sea con la obediencia de su corazón. Si hay que alabar, adorar, agradecer a Dios, que sea unidos a la adoración, la alabanza y la acción de gracias que se nos da a través de este gran corazón... Cualquier cosa que hagáis, hacedlo todo en el espíritu de este corazón renunciando al vuestro, dándoos a Jesús para actuar con el Espíritu que anima su corazón.

Hermanos Franciscanos

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