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12:18 a.m.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.


Oración introductoria


María, madre de Jesús y madre mía, tú escuchaste siempre a tu Hijo. Tú supiste glorificarlo y te llenaste de júbilo al saber reconocer a Dios. Estrella de la mañana, refugio de los pecadores, háblame de Él y muéstrame el camino para seguir a Cristo por el camino de la fe.


Petición


María, ayúdanos a imitar tu docilidad, tu silencio y escucha. María, háblanos de Jesús.


Meditación del Papa Francisco


Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: "Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". María tiene memoria de Dios. En este cántico de María está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma. (S.S. Francisco, 29 de septiembre de 2013).


Reflexión


Hay, en Jerusalén, dos basílicas cristianas dedicadas a la Asunción de la Santísima Virgen. Una, más pequeña y modesta en su fachada, pero muy hermosa por dentro, se encuentra al lado del huerto de Getsemaní. Está en el fondo del torrente Cedrón y muy cerquita de la basílica de la "Agonía" o de "Todas las naciones". La fachada es cruzada, pero el interior es la cripta de la primitiva iglesia bizantina construida a finales del siglo IV, durante el reinado de Teodosio el Grande (379-395). Y se cree que en este santo lugar yació el cuerpo de la Virgen María antes de ser asunta a los cielos.


La otra iglesia, ubicada en el Monte Sión, es una de las iglesias católicas más grandes y más magníficas de Jerusalén, y se le conoce con el nombre de "iglesia de la Dormición", pues en ella se pretende recordar y celebrar el "tránsito" de la Virgen de este mundo al otro. Está ubicada a unos cuantos pasos del Cenáculo, en donde nuestro Señor celebró la Última Cena con sus discípulos y en donde instituyó la Eucaristía.


Otra tradición dice que María murió en Éfeso, bajo el cuidado del apóstol san Juan. Pero no consta, ni parece verosímil que la Virgen se fuera a una ciudad tan lejana, ya anciana, siendo que en Jerusalén tendría a muchos de sus familiares. Además, la antiquísima veneración del sepulcro de la Virgen en Getsemaní y la celebración de la fiesta de la Dormición de María en Jerusalén inclinan la balanza hacia esta afirmación.


Sea como sea, el hecho es que, desde los primerísimos años de la Iglesia, ya se hablaba del "tránsito" de la Santísima Virgen, de su "dormición" temporal y de su "asunción" a los cielos. Y, sin embargo, aunque era una creencia general del pueblo cristiano, la Iglesia no proclamó este dogma sino hasta el año santo de 1950. Ha sido, hasta el presente, el último dogma mariano. La bula declaratoria de Pío XII reza así: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial".


La Asunción de María no se contiene de modo explícito en la Sagrada Escritura, pero sí implicítamente. El texto del Apocalipsis que escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy puede ser un atisbo, aunque no tiene allí su fundamento bíblico. Más bien, los Santos Padres y los teólogos católicos han visto vislumbrada esta verdad en tres elementos incontestables de nuestra fe: la unión estrecha entre el Hijo y la Madre, atestiguada en los Evangelios de la Infancia; la teología de la nueva Eva, imagen de la mujer nueva y madre nuestra en el orden de la gracia; y la maternidad divina y la perfecta redención de María por parte de Cristo. Todo esto "exigía" la proclamación de la Asunción de nuestra santísima Madre al cielo.


En efecto, la persuasión de todo el orbe católico acerca de la excelsa santidad de María, toda pura e inmaculada desde el primer instante de su concepción; el privilegio singularísimo de su divina maternidad y de su virginidad intacta; y su unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde el momento de la Encarnación hasta el pie de la cruz y el día de la Ascensión de su Hijo al cielo, han sido siempre, desde los inicios, los argumentos más contundentes para creer que Dios no permitiría que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro. Ella no podía sufrir las consecuencias de un pecado que no había conocido jamás.


"Con razón no quisiste, Señor -rezamos en el prefacio de la Misa de hoy- que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro".


La Asunción de nuestra Madre santísima constituye, además, una participación muy singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección y del triunfo definitivo de los demás cristianos, hijos suyos.


Ella, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y primicia de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. Y ya desde ahora, María brilla ante el pueblo de Dios, aún peregrino en este mundo, como faro luminoso, como estrella de la mañana, como señal de esperanza cierta, como causa de nuestra alegría, como auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos. ¡El triunfo de María es ya nuestro triunfo!


Propósito


¡Acójamos hoy a su regazo maternal y que María santísima, asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, nuestra guía, nuestra protectora y abogada, nuestra reina y nuestra compañera de camino hasta la eternidad!


Diálogo con Cristo


"No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si la contemplas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; si ella es tu guía, no te fatigarás; y si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto". Texto de san Bernardo



August 14, 2014 at 11:48PM

12:48 a.m.
Del santo Evangelio según san Mateo 17, 14-20

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo. Jesús contestó: ¡Gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo. Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron, aparte: ¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros? Les contestó: Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.


Oración introductoria


Señor, me falta fe... para ser perseverante en mi oración, para amar mejor a los demás, para ser fiel a mi misión. Inicio mi oración haciendo silencio en mi corazón; no un silencio vacío, sino lleno de esperanza al estar ante ti, poniéndome humildemente ante tu presencia, con la seguridad que por el gran amor que me tienes, fortalecerás mi fe.


Petición


Jesús, dame la gracia de asimilar que la verdadera oración consiste en unir mi voluntad a la de Dios.


Meditación del Papa Francisco


Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: "Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y les habría obedecido". La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad!

Todos conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que verdaderamente mueven las montañas! Pensemos por ejemplo en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones muy pesadas; o en ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien los va a visitar. Estas personas, precisamente por su fe, no se vanaglorian de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen: "Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer". ¡Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!. (S.S. Francisco, 6 de octubre de 2013).


Reflexión:


Se puso de rodillas. ¿Te imaginas a un padre de familia, desesperado, poniéndose de rodillas delante de alguien que aparentemente es un hombre como los demás? ¿Qué le movió a hacerlo? El amor a su hijo.


Primero lo había intentado con los discípulos, pero ellos no pudieron curar al chico de los ataques de epilepsia. Luego ve al Señor, se acerca y cae de rodillas ante Él. No tiene ninguna vergüenza. No le importa lo que digan de él. Únicamente busca el bien de aquel a quien ama.

Jesús, conociendo el amor que brotaba del corazón de ese hombre, curó al hijo.


Por su parte, los discípulos no entendían en qué habían fallado. Jesús les respondió que les faltaba fe. No dice que no tienen fe, sino que aún es muy pequeña.


La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. Es como ir a un gimnasio: al levantar las pesas una y otra vez, nuestros músculos se desarrollan. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse. Si nos conformamos con la fe que teníamos a los diez años, cuando hicimos la primera comunión, es lógico que nuestro "músculo" espiritual esté raquítico.


Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.


Propósito


Rezar con mucha fe, diariamente, la oración a mi ángel custodio


Diálogo con Cristo


El ingrediente secreto para tener éxito en cualquier cosa es la fe. No es necesario nada más. Jesús, ahora veo que la oración no es opcional, sino que es el medio por el cual podemos crecer en la fe. Sólo quien reza, es decir, quien confía en Dios, con un amor filial, puede sanarse a sí mismo y a los demás.



August 09, 2014 at 12:16AM

10:56 a.m.
¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar. Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más justo que él? ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe! ¡El los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija, y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares, suculentos. ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión? Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche. El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.

10:56 a.m.
Pero el Señor reina para siempre y establece su trono para el juicio. él gobierna al mundo con justicia y juzga con rectitud a las naciones. El Señor es un baluarte para el oprimido, un baluarte en los momentos de peligro. ¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre, porque tú no abandonas a los que te buscan! Canten al Señor, que reina en Sión, proclamen entre los pueblos sus proezas. Porque él pide cuenta de la sangre, se acuerda de los pobres y no olvida su clamor.

10:55 a.m.
Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar". Jesús respondió: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí". Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado. Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".

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