
Sacad agua de la fuente viviente del Señor (Jn 4,10; 7,37) porque está abierta a todos. Venid todos vosotros que tenéis sed, y bebed el agua que aplaca la sed. Descansad cerca de la fuente del Señor, porque su agua es buena y pura y apacigua el alma. Su agua es más dulce que la miel y los panales de las abejas no pueden comparársele (veáse Sl 18,11) porque brota de los labios del Señor, del corazón del Señor saca su nombre. Fluye sin limites e invisible; antes que se hubiera manifestado, nadie la había visto. ¡Dichosos los que bebieron, aplacándose la sed!
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