sábado 12 Enero 2019 : Commentary San Agustín

10:44 a.m.


Escuchen, hijos de la luz, ustedes que han sido adoptados en vista del Reino de Dios; escuchen, queridos hermanos; escuchen y salten de júbilo en el Señor, ustedes los justos, ya que “a sus corazón rectos, les es propia la alabanza” (Sal 33,1). ¡Escuchen lo que ya saben, mediten lo que han escuchado, amen lo que creen, proclamen lo que aman!... Cristo nació, Dios por su Padre, hombre por su madre; nació de la inmortalidad de su Padre y de la virginidad de su madre. De su padre, sin la ayuda de una madre; de su madre, sin el del padre. De su Padre, sin el tiempo; de su madre, sin la simiente. De su Padre, es el principio de vida; de su madre, el fin de la muerte. De su Padre, nació para fijar el orden de los días; de su madre, para consagrar este mismo día. Delante de él envió a Juan el Bautista, a quién hizo nacer cuando los días comienzan a decrecer, y él mismo nació cuando los días comienzan a alargarse, prefigurando de este modo las palabras del mismo Juan: “Él, tiene que crecer, y yo tengo que disminuir”. En efecto, la vida humana debe debilitarse en ella misma y aumentarse en Jesucristo, “afín de que los que viven ya no vivan su vida centrados en ellos mismos, sino en él, que murió y resucitó por ellos” (2 Co 5,15). Para que cada uno de nosotros pueda repetir estas palabras del apóstol Pablo: “yo ya no vivo, pero Cristo que vive en mí” (Ga 2,20).
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