
El justo, protegido en la muerte contra las tentaciones, muere con confianza. Si Dios tiene en sus manos las almas de los justos, ¿quién podrá arrebatárselas? Cierto es que el infierno no deja de tentar y perseguir hasta a los Santos en la hora de la muerte; Pero Dios, dice San Ambrosio, no cesa de asistirlos y de aumentar su socorro a medida que crece el peligro de sus fieles siervos. Aterrado se quedó el criado de Elíseo cuando vio la ciudad cercada de enemigos. Pero el Santo le animó, diciéndole: «No temas, porque muchos más son con nosotros que con ellos» (Segunda de Reyes 6, 16), y le hizo ver un ejército de ángeles enviados por Dios para defenderle.
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