
Escrita está la sentencia de muerte para todo el humano linaje. El hombre ha de morir. Decía San Agustín: La muerte sólo es segura; los demás bienes y males nuestros, inciertos son. No se puede saber si aquel niño que acaba de nacer será rico o pobre, si tendrá buena o mala salud, si morirá joven o viejo. Todo ello es incierto, pero es cosa indudable que ha de morir.
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