
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios, adórenlo ante el estrado de sus pies. ¡Santo es el Señor! Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes, y Samuel, entre los que invocaban su Nombre, clamaban al Señor y él les respondía. Dios les hablaba desde la columna de nube; ellos observaban sus mandamientos y los preceptos que les había dado. Señor, nuestro Dios, tú les respondías; tú eras para ellos un Dios indulgente, pero te vengabas de sus malas acciones. Glorifiquen al Señor, nuestro Dios, y adórenlo en su santa Montaña: el Señor, nuestro Dios, es santo.
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