
Lo que hemos oído y aprendido, lo que nos contaron nuestros padres, no deben ignorarlas nuestros hijos. A la futura generación le contaremos la fama del Señor y su poder, las maravillas que él ha realizado. para que las conozcan sus sucesores, los hijos que nacerán después. Que éstos se encarguen de instruir a sus hijos Así podrán contarlas a sus propios hijos, para que pongan su confianza en Dios, para que no se olviden de sus proezas y observen sus mandamientos. Así no serán como sus padres, una raza obstinada y rebelde, una raza de corazón inconstante y de espíritu infiel a Dios.
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