
Hemos pecado, igual que nuestros padres; somos culpables, hicimos el mal: Nuestros padres en Egipto no entendieron nada de tus milagros, se olvidaron de tus favores sin cuento, se rebelaron contra el Altísimo junto al Mar Rojo. Pero muy pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su designio; ardían de avidez en el desierto y tentaron a Dios en la soledad. Olvidaron a Dios, que los había salvado y había hecho prodigios en Egipto, maravillas en la tierra de Cam y portentos junto al Mar Rojo. El Señor amenazó con destruirlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo firme en la brecha para aplacar su enojo destructor.
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