
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él. Embellecida con corales engarzados en oro y vestida de brocado, es llevada hasta el rey. Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían. Con gozo y alegría entran al palacio real. Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres, y los pondrás como príncipes por toda la tierra.
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