Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.
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