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null / Inmaculada Concepción, 8 de diciembre / ACI Prensa

Cada 8 de diciembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

Se trata de una celebración de enorme trascendencia para los cristianos, en la que se recuerda, con gratitud y alegría, el designio divino por el que la Madre de Jesús quedó preservada del pecado original desde el momento mismo de su concepción.

En el mundo católico, la Inmaculada Concepción es fiesta de guardar y en muchos calendarios, especialmente de América Latina, se considera feriado civil y religioso.

Dogma

Todo ser humano desde que es invitado a la existencia lleva sobre sí la carga del ‘pecado original’, cometido por nuestros primeros padres, Adán y Eva. María, por el contrario, en el preciso momento del inicio de su vida, fue preservada de dicha carga y protegida del mal que ingresó al mundo, como consecuencia del uso indebido de la libertad humana. Ella quedó limpia de esa falta que solo puede ser absuelta por la gracia del bautismo en virtud a que sería Madre del Salvador.

Que María goce de tal privilegio es solo entendible dentro del marco del plan divino de la salvación. Y es en virtud de dicho plan, cuyo centro es Cristo, que la Inmaculada Concepción de nuestra Madre resulta un dato imposible de ser soslayado; por eso, la Iglesia ha tenido a bien erigirlo como dogma de fe: todo católico está obligado a creer y defender esta certeza, preservada por la Iglesia como don único.

Un poco de historia

La Iglesia ha preservado desde sus inicios la certeza de que María es “Inmaculada”, es decir, en ella no hay mancha alguna a causa del pecado.

Es a mediados del siglo XIX que el Papa Pío IX, después de recibir numerosos pedidos de obispos y fieles de todo el mundo, en comunión plena con toda la Iglesia, proclamó la bula Ineffabilis Deus [Dios inefable] con la que queda decretado este dogma mariano:

“Que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Pío IX, Ineffabilis Deus).

El día elegido para la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue el 8 de diciembre de 1854. En aquella ocasión, desde Roma fueron enviadas cientos de palomas mensajeras portando el texto con la gran noticia. Se afirma que unos 400 mil templos católicos alrededor del mundo repicaron campanas en honor a la Madre de Dios.

Unos tres años después (1857), en Lourdes (Francia), la Virgen María se le apareció en repetidas oportunidades a una humilde pastorcita, Santa Bernardita Soubirous. En una de ellas se presentó a sí misma con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Actualmente son miles las iglesias y capillas -distribuidas en los cinco continentes- que están dedicadas a “la Inmaculada”; y millones los fieles que le profesan a Ella particular devoción.

En el corazón de nuestros pueblos hispanos

La Inmaculada Concepción es la patrona de España; mientras que en América, en muchos países, ha quedado impostada en diversas advocaciones marianas.

Solo como una pequeña muestra de esto, se puede traer a colación que, por ejemplo, en Nicaragua la imagen de “Nuestra Señora de El Viejo” es una representación de la Inmaculada Concepción -cuyos devotos llaman cariñosamente “La Purísima”-. Algo semejante sucede en Paraguay con la venerada “Virgen de Caacupé”, que también es una representación de la Inmaculada Concepción.

Si quieres conocer más sobre la Inmaculada Concepción o sobre la historia del dogma, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/Inmaculada_Concepci%C3%B3n.

Más información:

null / San Sabas de Capadocia, 5 de diciembre / ACI Prensa

Como todos los años, hoy, 5 de diciembre, la Iglesia Católica recuerda la figura de San Sabas de Capadocia, célebre monje de la antigüedad, discípulo de San Eutimio el Grande. La mayor parte de su vida, transcurrida entre los siglos V y VI, residió en Palestina, dedicado a la oración, la meditación, la dirección espiritual y al trabajo manual.

De ser criado por monjes…

Sabas nació en Cesarea de Capadocia (actual Turquía) en el año 439, en tiempos del Imperio bizantino. Como su padre pertenecía al ejército imperial, fue convocado a salir en campaña y tuvo que dejar a Sabas al cuidado de sus familiares.

Estos, lamentablemente, aprovechando la ausencia del padre, lo repudiaron, por lo que Sabas terminó siendo acogido en un monasterio con sólo ocho años. Allí permaneció hasta que creció y tuvo edad suficiente para ir a Jerusalén en peregrinación, con la intención de aprender el modo de vida de los eremitas de aquella región.

A los 20 años se convirtió en discípulo de San Eutimio -famoso abad y monje del desierto-, y a los 30 ya vivía como un anacoreta, dedicado a la oración en completa soledad. Se dice que pasó cuatro años en el desierto sin hablar con nadie.

En una siguiente etapa, mantuvo el espíritu eremita, pero destinaba parte de su tiempo a ayudar a los más necesitados. Como era costumbre entre los monjes, Sabas hacía trabajo manual: confeccionaba canastas que luego vendía en el mercado para repartir el dinero obtenido entre los más pobres.

…a formador de monjes

Su fama de santidad se extendió por la región y muchos monjes empezaron a visitarlo buscando dirección espiritual. Así, Sabas se convertiría en el maestro de los monjes de lo que se conoce como la Gran Laura de Mar Sabas, monasterio que fundó y que está incrustado en la ladera de una montaña rocosa cerca de Belén, en los alrededores del Mar Muerto.

Los monjes allí habitaban las pequeñas y numerosas cuevas repartidas a lo largo del paisaje en torno a una capilla. El Patriarca de Jerusalén ordenó sacerdote al Abad Sabas y lo puso a cargo de todos los monjes de Tierra Santa.

Con el tiempo, la Gran Laura se convertiría en el prototipo para el desarrollo del monaquismo en Oriente.

El abad Sabas fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, hasta en tres ocasiones, para obtener su protección contra los perseguidores de cristianos o para solicitar su apoyo en medio de las disputas doctrinales en torno a la naturaleza de Cristo, tema que enfrentó a los cristianos durante los primeros siglos. Sabas siempre se mantuvo en los límites de la ortodoxia.

San Sabas murió el 5 de diciembre del año 532, a los 94 años de edad.

La humildad y sabiduría de este santo influenció enormemente en el desarrollo del monacato. Muchos hombres siguieron su ejemplo de desprendimiento de las cosas mundanas y su pasión por los asuntos De Dios.

San Sabas fue el formador de cientos de monjes, a los que guio tras las huellas del Señor. Entre sus discípulos se cuentan cinco santos: San Juan Damasceno -a quien recordamos ayer-, San Afrodisio, San Teófanes de Nicea, San Cosme de Majuma y San Teodoro de Edesa.

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