Ártículos Más Recientes

10:51 a.m.
Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.

10:51 a.m.
¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. ¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén.

10:50 a.m.
Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores de parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.

10:50 a.m.
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.

10:50 a.m.
El uno dice: “Señor, tú me has confiado cinco talentos”; el otro indica dos. Ellos reconocen que han recibido por él el medio de hacer bien; ellos testimonian un gran reconocimiento y le rinden sus cuentas. ¿Cuál es la repuesta del Maestro? “Está bien, servidor bueno y fiel (pues lo propio de la bondad, es ver al prójimo); tú has sido fiel en la pequeño cosa, te estableceré sobre mucho; entra a la alegría de tu Señor”. Jesús designa así una bienaventuranza completa. En cuanto al que ha recibido un talento, ha ido a enterrarlo. “Es propio del no servidor, arrojarlo afuera, en las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Tú lo ves, este no es solamente ladrón, el hombre que busca siempre enriquecerse, es el que hace mal es castigado en el suplicio último: es el que no hace el bien...¿Qué son estos talentos, en efecto? Es la fuerza de alguno, la autoridad del gozar, la fortuna que se posee, la enseñanza que se puede dar a cualquier otra cosa del mismo género. Qué persona por tanto no viene a decir: yo no tengo nada más que un talento, no puedo hacer nada. Tú puedes, lo mismo con un talento, actuar de forma meritoria.

11:22 a.m.


Uno de los fenómenos más comunes entre las personas que se aman es aquel que podríamos llamar mimetismo. O sea, el afán por asemejarse a la persona querida. Se le quiere imitar en todo: en la manera de pensar, de hablar, de expresarse, de actuar. Se tiende a hacer siempre lo mismo que ella.


Este hecho, comprobado tantas veces, tiene una aplicación muy grande en el orden espiritual de la fe.


Desde el momento que nuestra religión se centra en Jesucristo conocido, amado, vivido, todo el afán del cristiano es asemejarse lo más posible a Él. La ilusión más grande es salir una copia perfecta de Nuestro Señor Jesucristo.


De ahí ha nacido la expresión tan cristiana de la Imitación de Cristo, que ha dado incluso el título al libro mejor que ha nacido en el seno de la Iglesia.


Aquellos dos jóvenes artistas eran ciertamente muy ambiciosos, y se hicieron una apuesta: uno debía pintar la Mona Lisa de Vinci y el otro las Meninas de Velázquez, obras cumbres de la pintura universal. Las copias habrían de resultar tan fieles que fuera después imposible distinguirlas de los cuadros originales.


Otro estudiante ya había conseguido eso mismo en literatura: de tal manera imitó a Teresa de Ávila, que los miembros del jurado colegial hubieron de repasar las obras de la gran Doctora, para comprobar que el escrito del discípulo no había sido un plagio.


Esta nota curiosa de los tres muchachos atrevidos, los dos pintores y el literato, se convierte en un signo bello de la principal tarea cristiana.


¿Quién es un cristiano? La respuesta es clara si examinamos el plan de Dios, el cual nos eligió para ser en todo iguales a su Hijo, el Señor Jesucristo. San Pablo es en esto terminante:

- Pues, a los que había previsto, los eligió a ser copias exactas de la imagen que es el tipo, o modelo, su Hijo, Cristo Jesús.


Aquí observamos una diferencia esencial entre el concurso de Dios y los concursos artísticos en la sociedad.


En una exposición de pintura, de fotografía, de escultura..., en un certamen de literatura, de poesía..., en un desfile de modas..., no se admiten imitaciones. Quien es sorprendido en un plagio, no solamente es descalificado, sino acusado y multado por robo a la propiedad intelectual de otro. Las obras deben ser plenamente originales.


Esta es la razón de ser de esos avisos al pie de tantas publicaciones:

- Prohibida la reproducción total o parcial. Cualquier infracción será castigada según la ley.


En el concurso convocado por Dios ocurre todo lo contrario, porque en él no caben las originalidades.


El primer premio del certamen se lo llevará aquel que resulte la copia más fiel de Jesucristo, que es el tipo, la imagen, el modelo propuesto por Dios a toda la Humanidad redimida.


Tanto es así, que cuando Pablo les invita a los primeros cristianos a imitarle en todo lo bueno que hayan visto en su persona pues les dice: imitadme a mí, se encarga muy bien de añadir: como yo imito a Cristo. El prototipo no es Pablo, sino Jesucristo.


En los concursos de Dios, el aviso a los ladrones de copias sería muy diferente. Podría Dios formularlo de esta manera:

- Permiso, autorización, y hasta mandato, de sacar cuantas más y mejores copias se puedan. Grandes premios a las reproducciones más fieles...


Es el caso de los que llamamos Santos por antonomasia, los reconocidos y proclamados tales por la Iglesia, y venerados en los altares.


Son hombres y mujeres como nosotros, pero que fueron unos imitadores perfectos de Jesucristo.


Se puede recordar, por ejemplo, a un San Vicente de Paúl, el cual, ante cualquier cosa que había de hacer, se detenía unos instantes, y se preguntaba:

- ¿Qué haría Cristo aquí y ahora, en mi lugar?


Como es natural, Vicente resultó una copia perfecta del Señor.


Si somos buenos observadores cuando se nos dirige en la Iglesia la Palabra de Dios, habremos notado que la predicación de la Iglesia, notablemente mejorada en comparación de épocas pasadas, se dirige a esto: a presentarnos al Jesucristo del Evangelio como el único modelo a quien imitar.


¿La vida de familia? Como la de Jesús con su Madre y con José.

¿La oración? Como la de Jesús, constante, confiada, ininterrumpida.

¿El trabajo? Como el de Jesús por los campos y en el taller de Nazaret.

¿El trato con los demás, el amor, la comprensión? Como los de Jesús, de una exquisitez, delicadeza y elegancia como del Hombre más perfecto...


Esta tarea tan interesante y tan hermosa es de todos, y no de unos privilegiados.


El día en que nuestro trabajo, nuestra plegaria, nuestra relación con los demás y todo nuestro quehacer en la vida sean como los de Jesucristo y estén animados por sus mismos sentimientos, quedaríamos mejor clasificados como cristianos que los valientes alumnos de Teresa, de Vinci y de Velázquez como literatos o pintores....


Histórico. El estudiante, Daniel Ruiz Bueno, fue después traductor de clásicos en la BAC. - Rom. 8,29. 1Cor. 11,1.



Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.