Ártículos Más Recientes

11:26 a.m.


Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche. El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. El te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre.

11:26 a.m.


Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."

11:26 a.m.


No hay nada tan hermoso como un alma pura. Si lo comprendiéramos no perderíamos la pureza. Un alma pura es como una perla fina. Mientras está en el fondo del mar, escondida en una concha marina, nadie piensa en admirarla. Pero si la muestras al sol, la perla brilla y atrae las miradas. La pureza viene del cielo: hay que pedirla a Dios. Si la pedimos, la obtenemos. Hay que tener cuidado de no perderla. Cerrar nuestro corazón al orgullo, a la sensualidad y a las otras pasiones. Hijos míos, es difícil comprender el poder que un alma pura tiene sobre el Buen Dios: ella obtiene todo lo que quiere. Un alma pura es junto a Dios como un niño junto a su madre: lo acaricia, lo abraza y la madre le devuelve caricias y abrazos. Para conservar la pureza hay tres cosas: la Presencia de Dios, la oración y los sacramentos.

Hermanos Franciscanos

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