Ártículos Más Recientes

10:51 a.m.


¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!". Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

10:51 a.m.


El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados, el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados. El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. ¡Aleluya!

10:51 a.m.


Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

10:51 a.m.


Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!". Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

10:51 a.m.


¿Por qué Juan el Bautista desde la prisión envía a sus discípulos a preguntar: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”, como si no conociera a aquel que había presentado? (...) Esta pregunta pronto encuentra su respuesta si se examina en qué momento y en qué orden se desarrollaron los hechos. En las riberas del Jordán, Juan había afirmado que Jesús era el Redentor del mundo (Jn 1,29). Una vez encarcelado, pregunta sin embargo, si es él el que tiene que venir. No es que dudara que Jesús fuera el Redentor del mundo. Si no que quiere saber si aquél que había venido al mundo en persona, descenderá también en persona a la prisión donde residen los muertos. Porque el que como su precursor Juan ha anunciado al mundo, como su precursor lo precederá también en la región de los muertos. Como si dijera claramente: “De la misma manera que te has dignado nacer para los hombres, haznos saber si te dignarás también morir por ellos. De forma que, precursor de tu nacimiento, yo lo sea también de tu muerte. Y anuncie a la región de los muertos que vendrás, tal como he anunciado al mundo que ya has venido”. Es por eso que la respuesta del Señor, habla del abajamiento de su muerte inmediatamente después de haber enumerado los milagros realizados por su poder: “Los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!” (Mt 11,4-6). A la vista de tantos milagros y tan grandes prodigios, nadie tenía que tropezar, sino más bien que admirar. Sin embargo, aún después de tantos milagros, los que no creyeron en él consideraron una ocasión grave de escándalo, cuando lo vieron morir. De aquí la palabra de san Pablo: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los paganos” (1Cor 1,23). (…) Así pues, cuando el Señor dice “Feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo”, ¿no se refiere claramente a la abyección y abajamiento de su muerte? Es como si dijera abiertamente: “Es verdad que hago cosas admirables, pero por ello no rechazo el sufrir cosas ignominiosas. Puesto que muriendo voy a seguir a Juan el Bautista, que los hombres, que veneran en mí los milagros, se guarden bien de despreciar en mí a la muerte”.

Hermanos Franciscanos

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