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10:46 a.m.


Júzgame, Señor, y defiende mi causa contra la gente sin piedad; líbrame del hombre falso y perverso. Si tú eres mi Dios y mi fortaleza, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué tendré que estar triste, oprimido por mi enemigo? Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas. Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío.

10:46 a.m.


Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".

10:46 a.m.


Hay que reconocer que uno de los efectos más graves de la secularización [de la sociedad] consiste en tener la fe cristiana relegada, al margen de la existencia, como si fuera inútil por lo que se refiere al desarrollo concreto de la vida de los hombres. El fracaso de la manera de vivir “como si Dios no existiera” está ahora a la vista de todos. Hoy es necesario redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real, cuya inserción en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por esto la eucaristía, como fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia, se debe traducir en espiritualidad, en vida “según el Espíritu” (Rm 8,4; Gal 5,16.25).  Y es significativo que san Pablo, en el pasaje de la carta a los Romanos en la que invita a vivir un nuevo culto espiritual, recuerde, al mismo tiempo, la necesidad de un cambio en la manera de vivir y de pensar: “No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto” (12,2). De esta manera, el apóstol de los gentiles subraya la relación entre el verdadero culto espiritual (Rm 12,1) y la necesidad de una nueva manera de percibir la existencia y de conducirse en la vida. Renovar su manera de pensar es parte integrante de la forma eucarística de la vida cristiana “para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero de todo viento de doctrina” (Ef 4,14).

Hermanos Franciscanos

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