Ártículos Más Recientes

10:46 a.m.


Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido. Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. El la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su mujer como así mismo, y la esposa debe respetar a su marido.

10:46 a.m.


¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. ¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén.

10:46 a.m.


Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas". Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa".

10:46 a.m.


“Un hombre cogió un grano de mostaza y lo echó en su jardín; creció y se hizo un gran árbol, y los pájaros del cielo se cobijaban en sus ramas.” Busquemos a quien se aplica todo esto… Yo creo que la comparación se aplica exactamente a Cristo nuestro Señor el cual, naciendo en la humildad de la condición humana, como un grano, al final sube al cielo como un árbol. Cristo, destrozado en su Pasión, es el grano; y llega a ser un árbol en la resurrección. Sí, es también un grano cuando, hambriento, sufre la falta de alimento; es un árbol cuando, con cinco panes, sacia a cinco mil personas (Mt 14,13s). Allí soporta la desnudez de su condición humana, aquí esparce la saciedad por la fuerza de su divinidad.     Diré que el Señor es grano cuando es golpeado, despreciado, injuriado; es árbol cuando devuelve la vista a los ciegos, resucita a los muertos y perdona los pecados. Él mismo reconoce que es grano: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere…” (Jn 12,24)

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