Ártículos Más Recientes

10:45 a.m.


Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, doy gracias sin cesar por ustedes recordándolos siempre en mis oraciones Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.

10:45 a.m.


¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Tú, que afirmaste tu majestad sobre el cielo, qué grande es tu nombre en toda la tierra! Hasta bocas de niños y lactantes recuerdan tu poder a tus contrarios y confunden a enemigos y rebeldes. Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y la estrellas que has creado: ¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos. Todo lo pusiste bajo sus pies.

10:45 a.m.


Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir".

10:45 a.m.


En el momento en que Policarpo penetró en el estadio, una voz resonó desde el cielo: «Ánimo, Policarpo, y sé fuerte». Nadie vio quien era el que hablaba, pero algunos de los nuestros que estaban presentes oyeron la voz... Cuando la multitud supo quien era ese prisionero, se redoblaron los gritos. El procónsul le preguntó si él era Policarpo. Sí, respondió él. Éste intentaba disuadirlo para que renegara: « Respeta tu edad avanzada... Jura por la suerte del César, retráctate... Maldice a Cristo». A lo que Policarpo respondió: « Hace cuarenta y seis años que le sirvo, y no me ha hecho ningún mal. ¿Cómo podría ultrajar a mi rey y mi salvador?» Y como el otro volvía a lo mismo..., Policarpo prosiguió: «Puesto que se te ha metido en la cabeza hacerme jurar por la suerte del César, como me dices, y finges ignorar quien soy yo, escúchalo claramente de mí mismo: soy cristiano. Y si quieres aprender la sabiduría de mi religión, concédeme un día y escúchame». «Persuade al pueblo», replicó el procónsul. «Contigo, creo que puedo hablar. Porque nosotros hemos aprendido a respetar a las autoridades y a los magistrados que Dios ha puesto y guardarles el debido respeto, con la condición de que ese respeto no se vuelva en contra nuestra. Pero toda esa gente está faltada de la mínima dignidad para que yo me explique delante de ellos». «Tengo fieras, replicó el procónsul, y te echaré bajo sus dientes si no reniegas. – Llámalas, respondió Policarpo. – ¿Menosprecias a las bestias? ¿Te obstinas? Te entregaré a las llamas». Policarpo le dijo: « Me amenazas con un fuego que después de una hora se apaga porque no conoces el fuego del juicio futuro y del castigo eterno que aguarda a los impíos. Pero ¿por qué tardas? Haz según crees». Se precipitaron los acontecimientos; en menos tiempo del que se necesita para decirlo, todos se precipitaron hacia los talleres y los baños donde la gente recogió manojos de leña... Cuando la hoguera estuvo a punto, Policarpo se quitó él mismo sus vestidos, desató si cinturón y quiso también desligar sus sandalias, lo cual no acostumbraba, puesto que los fieles corrían a ayudarle... Este gran santo, ya antes de su martirio, había suscitado una inmensa veneración.

10:45 a.m.


La lectura de las santas Escrituras es un campo espiritual y un paraíso de delicias, aún más agradable que el paraíso de antes. Este paraíso, Dios no lo plantó sobre la tierra, sino dentro del alma de los fieles. No lo puso en el Edén, ni en un lugar preciso en Oriente (Gn 2:8), pero lo difundió en toda la tierra y lo desplegó hasta las extremidades de la tierra habitada. Y como ahora comprendes que desplegó las santas Escrituras sobre toda la tierra habitada, escucha al profeta que dice: «Por toda la tierra se ha difundido su voz, y hasta los confines de la tierra sus palabras» (Sal 18:5; Rm 10:18)… Este paraíso es también una fuente, al igual que el anterior (Gn 2:6.10), fuente de la cual nacen innombrables ríos… ¿Quién lo dice? ¡Dios mismo! Es El quien nos hace el don de todos los ríos: «El que cree en mí, nos dice según la palabra de la Escritura, de su seno brotarán ríos de agua viva» (Jn 7:38)…Esta fuente es incomparable no solamente por su abundancia sino también por su naturaleza. En efecto, no son ríos de agua sino los dones del Espíritu. Esta fuente se comparte entre todas las almas de los fieles sin que disminuya. Se divide pero no se agota…Es entera dentro de todos así como en cada uno: tales son los dones del Espíritu. Quieres saber ¿cuál es la abundancia de estos ríos? ¿Deseas saber la naturaleza de estas aguas? ¿En qué se distinguen de las que encontramos en la tierra pues aquellas son aún mejores y magnificas? Escucha de nuevo a Cristo hablando con la Samaritana para poder comprender la abundancia de la fuente: «El agua que le daré a aquél que crea se convertirá en él fuente de agua que brota para vida eterna» (Jn 4:14)… ¿Quieres tú también conocer su naturaleza? ¡Úsala pues! Ya que es no es útil para la vida de aquí abajo, sino para la vida eterna. Pasemos pues nuestro tiempo en ese paraíso: seamos invitados a beber de esta fuente.

Hermanos Franciscanos

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